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domingo, 13 de noviembre de 2011

Contra la celulitis


Una nueva píldora, desarrollada en los Estados Unidos, promete soluciones alentadoras para eliminar de una vez por todas, y sin esfuerzos, uno de los problemas que más preocupa a las mujeres: la celulitis.

Según el laboratorio que la produce, los ingredientes aceleran el metabolismo, queman grasas, eliminan toxinas y mejoran la circulación. En Sudamérica aún no se comercializan, pero los especialistas brasileños, que ya tuvieron la oportunidad de investigar un poco sobre el tema, explicaron que los componentes son prácticamente los mismos que contienen las cremas y cápsulas ya conocidas y que lo mismo ocurre con las recomendaciones que incluye: tener una alimentación balanceada, hacer ejercicios, no fumar, tomar mucha agua, y otros etcéteras.

Hasta ahora son las únicas novedades, resta esperar si es más de lo mismo o realmente una nueva y efectiva alternativa contra la celulitis.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Tratamiento para cabellos finos


Cómo tratar cabellos finos

Los cabellos tienen una naturaleza propia y también una textura que los identifica. Un rasgo común en muchas mujeres es la presencia de cabellos finos, débiles, sin volumen. Pueden ser finos por naturaleza pero también por numerosos factores de la vida moderna.

El smog, el estrés, el cloro del agua, a largo plazo generan un empobrecimiento de la queratina, responsable en primer lugar de la elasticidad y del vigor de la cabellera.

Un cabello fino es muy fácil de identificar: se ve -y es- frágil y le falta tono y espesor. Además resulta difícil de peinar y es particularmente sensible a las agresiones externas.

Lo que conviene en estos casos de cabellos delicados es una buena higiene de vida asociada a cuidados específicos para conseguir volumen. Estos tendrán la finalidad de ganar progresivamente una película protectora de la fibra capilar, que se volverá lisa y brillante. Además aportarán cuerpo y vigor a su cabellera. Fortificarán su cabello sin volverlo pesado.

Para los interesados en tratamientos para el cabello

jueves, 10 de noviembre de 2011

Amor Cortés


El amor cortésamor que se nutre de palabras y se nutre de deseos que ya se sabe que no han de ser satisfechos— tiene su lugar adecuado en las reuniones mundanas, en donde se habla, se juega y se baila.

En el amor cortés el papel de la mujer era simplemente existir como ejemplo de belleza y de virtud: en cambio, en la moda del galanteo amoroso que tiene su auge en los salones barrocos, la dama ha perdido su altivez y puede ser conquistada, seducida.

El enamorado tiene que aguzar todo su ingenio para dar a conocer su amor con lentitud y habilidad, a fin de que la mujer amada no lo rechace sino que se vea envuelta en la pasión amorosa, y, cuando quiera apelar a su propia virtud, descubra que ella misma es un fiel reflejo de la pasión del enamorado.

La lentitud del galanteo, condición indispensable para que se convierta en un arte, depende, claro está, de la resistencia que la mujer oponga a dejarse seducir, por su consciente y deliberada virtud, o por el arte del coqueteo.

La inocencia, la virtud y el coqueteo dan un matiz específico a la actividad galante del seductor. La inocencia de la mujer es la que ofrece, sin duda alguna, mayores posibilidades, y exige mayor habilidad.

Las reacciones de una mujer inocente son imprevisibles; su ignorancia de lo que realmente quiere lograr el seductor hacen que su actitud pase de la audacia al miedo sin razón aparente, y de aquí que, a los ojos de un hombre sin demasiada pericia, el comportamiento de una coqueta y de una muchacha inocente no ofrezca ninguna diferencia.

El experto, en cambio, sabe distinguir una coqueta de una muchacha candorosa y así no cae en las redes de una seductora redomada que se finge inocente.

No hay que confundir la coqueta con la casquivana. La coqueta es consciente de su arte y su propósito es mantener la dependencia del galanteador sin concederle nunca nada, es decir, sin permitirle llegar al logro de sus deseos.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Las dos caras del Noviazgo


Tan sólo con la maravilla del pleno enamoramiento comienza a tomar cuerpo la idea de estar el uno destinado al otro y apuntan unos propósitos matrimoniales en la «informal» relación amorosa.

Si bien la juventud no gusta de rótulos que clasifiquen y encorseten sus sentimientos, el hecho mismo de mantener y prolongar esta situación —llámesela como se quiera— durante la cual el atractivo sexual se ha sublirnado en una voluntad de acercamiento e identificación con el otro miembro de la pareja, presupone un deseo de agradarse mutuamente y de aprehender la esencia vital del compañero.

Aunque los jóvenes actuales no lo reconozcan, esta situación tiene todas las caracteristicas del noviazgo a la antigua usanza.

El noviazgo, como toda situación humana, es complejamente ambiguo y tiene sus aspectos positivos y negativos. Tomemos como ejemplo este mismo deseo de agradar al compañero mostrando lo mejor de uno mismo. ¿Su reverso?: el frecuentísimo e inconsciente engaño.

Tanto él como ella desean concordar con la imagen ideal que ella y él se han forjado, quieren identificarse con esa personalidad utópica por perfecta, y para ello tratan de reprimir y paliar, cuando no esconder, los defectos, inclinaciones, hábitos y gustos que no correspondan a aquel ejemplar modelo de enamorado y enamorada.

El novio se afana en obsequiar a la muchacha, a veces con regalos e invitaciones que no corresponden a su real situación económica, y esconde, por ejemplo, su falta de valor. Ella finge un interés que no siente por las aficiones culturales o deportivas del muchacho y reprime, por ejemplo, su carácter violento y dominador... Resultado: son insinceros con su pareja y se engañan a sí mismos, ya que la verdadera personalidad resurge impetuosa a los pocos meses de la vida conyugal.

Bien es verdad que en numerosas ocasiones la fuerza del amor ha convertido la ficción en realidad. ¡Cuántos hombres han llegado a realizar auténticas proezas espirituales o materiales tan sólo por no defraudar a su amada...! Y más de una mujer se ha instruido o ha dado un total cambio a su vida y a su mentalidad para quedar a la altura en la que su ilusionado amante la tenía situada.

Pero no debe olvidarse nunca que en la vida matrimonial es difícil mantenerse perennemente sobre un pedestal.

Si bien en el «noviazgo» actual existe el peligro de un exceso de diversión que empuja al escapismo y a la irresponsabilidad, debemos reconocerle la notable ventaja de ofrecer —gracias a las costumbres de la sociedad moderna e incluso a los mismos medios de diversión— muchas más oportunidades a los jóvenes de ambos sexos para convivir sin trabas: viajes, excursiones, estudios, trabajo... Los enamorados tienen ocasiones sobradas para tratarse no sólo en calidad de tales, sino también como camaradas y amigos.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Casamentera en Bodas


La casamentera propiamente dicha nace y muere con la vida pública de los salones, en una sociedad hecha de apariencias y de disimulo. En una sociedad agrícola bien organizada la casamentera tiene poco que hacer, ya que se sabe con sobrada antelación qué condiciones se requieren para el reparto, o unión, o conservación de la tierra.

La sociedad agrícola no admite ninguna demora en el estado de soltería, ni en la vida pública se utilizan eufemismos que permitan la delicada actividad de la casamentera.

En el salón, en donde se daban cita los estratos oscilantes de la burguesía, es donde se desarrollaba en pleno auge la actividad de la casamentera. Mientras la gente bailaba, hablaba, cantaba, organizaba juegos de prendas y de naipes, ella observaba, escogía sus pupilos y empezaba su tarea.

Para evitar fracasos la actual casamentera utiliza con agilidad el arte de la maledicencia. Sabe muy bien que el lenguaje directo no le suministraría datos sobre la real situación económica de los individuos, y sabe también, de paso, que no puede fiarse de las apariencias. Las casamenteras más brillantes y artistas saben utilizar la ignorancia de los mismos indi-.duos que manipulan, haciendo concebir esperanzas que luego no se realizan.

La condición necesaria para su labor es que existan a su alcance un buen número de muchachas cuyas dotes no sean de fácil aclaración. En algunos casos, ya no tan fáciles ni frecuentes, puede darse que la muchacha sea difícil de casar porque posea mucho dinero pero no el rango familiar adecuado.

El trabajo más perfecto que puede llevar a cabo una casamentera es unir dinero y prestigio. La sociedad plutocrática es una sociedad que se expresa como una burda imitación de la sociedad aristocrática que la precede.

Trata de reproducir la autoridad que el noble posee por el simple hecho de su nacimiento, y lo hace no sólo imitando sus formas de vida, sino comprando viejos títulos o adquiriendo títulos nuevos. En los salones, en donde afluyen estratos de la riqueza creciente y decadente, la casamentera tiene terreno abonado y su habilidad consiste en lograr este feliz complemento.

sábado, 5 de noviembre de 2011

La Bendición Nupcial


La ceremonia de la boda ha tenido lugar. El banquete no ha sido excesivamente espléndido, pero la familia «ha hecho lo que ha podido». Todos se han ataviado lo mejor posible. La novia, por supuesto, vestía de blanco.

Se ha comido, se ha bebido, se ha bromeado (lo que decíamos, con mejor o peor gusto), y se ha bailado; pero como todo tiene un fin, también la fiesta ha terminado. Los invitados se retiran a sus casas. ¿Y los recién casados? También se retiran. Algunos, inmediatamente, se van ya «de viaje de novios», con lo cual el momento fatídico se retrasa unas horas.

Otros se van directamente a su nueva casa o a un hotel. Tanto da. Más tarde o más temprano acaban por quedarse solos. Y están cansados, nerviosos. No es raro que, recién despedidos de la familia y de los amigos, estalle la primera discusión (de casados, claro). El pretexto es lo de menos. El verdadero motivo es la tensión nerviosa a la que ambos están sometidos.

Puede ser que la novia, totalmente ineducada sexualmente y habiendo oído ciertas historias terribles acerca de lo mal que se lo pasan las mujeres cuando son desfloradas, sienta miedo y rompa a llorar o incluso intente fugarse y volver junto a su familia. (No son muy raros todavía los casos en los que la joven desposada ha de ser puesta en brazos de su marido por sus padres, a los que acude presa de una crisis de nervios.)

Sin embargo, el novio, por lo general, no se siente mucho más tranquilo. Son muchos los que, por así decirlo, «abandonan». Dándose cuenta de que ella está asustada y cansada, y como se sienten también inseguros, piensan que lo mejor es que «no ocurra nada» por el momento. Que al día siguiente, pasada la tensión...

jueves, 3 de noviembre de 2011

El dulce amor en la pareja


TIEMPO DE ESPLENDOR

El noviazgo resulta delicioso, además de constructivo, si la pareja —principalmente el varón— sabe crear y mantener en su relación íntima el clima romántico y siempre vigente del cortejo amoroso.

Para la mujer, el tiempo de su noviazgo está rodeado de un halo de ilusión que ya nunca más volverá a iluminarla. Le esperan mayores dichas sin duda —el matrimonio, la maternidad, el envejecer junto al hombre amado—, pero nunca volverá a sentirse tan dueña del mundo y del amor como en esta época esplendorosa en que el enamoramiento ha cristalizado en un sentimiento profundo de apego y de aceptación de un destino común.

Tradicionalmente la mujer vive en este período el punto culminante de su poder femenino: es cortejada por un hombre y sabe que sólo ella tiene en sus manos el poder de dispensar o negar los favores que el galán solicita.

Por un corto espacio de tiempo la sociedad patriarcal le concede algo que siempre le ha negado: poder decisorio, la alegría de no sentirse un ser disminuido que pasa del poder del padre al del esposo. Le concede el regalo embriagador, y transitorio, de lo que vulgarmente podría llamarse «tener la sartén por el mango». La atención del novio está fijada en ella; y el novio es un varón, que la halaga, la mima y se muestra rendido y completamente entregado a su voluntad.

Si en la sociedad patriarcal la mujer está alienada, al menos durante el noviazgo las presiones paternalistas se suavizan y le es dable manifestarse como alguien más que una eterna «menor»; durante este fugaz período es una persona en el pleno ejercicio de su responsabilidad.

martes, 1 de noviembre de 2011

La Noche de Bodas


Con excesiva frecuencia este delicado asunto ha sido tratado de manera ligera, frivola. Ha sido el tema de numerosos vodeviles y de no pocos chistes de mejor o peor gusto. Y la verdad es que el problema es bastante serio, sobre todo para las mujeres, ya que en esa noche precisamente se decide para muchas de ellas la felicidad o la infelicidad conyugal.

En las sociedades de tipo patriarcal la noche de bodas le convierte en una especie de rito ancestral en que el hombre demuestra su potencia sexual y la mujer pierde la virginidad.

Sin llegar a los extremos de exhibir (el hombre, por supuesto) por el balcón la sábana manchada de sangre en los casos en que se daba por supuesto que la novia era virgen, o de tener que soportar, como nuestros abuelos, una terrible algazara, que duraba toda la noche, en el caso de que contrajera matrimonio con una viuda, lo cierto es que aún hoy esa noche sigue teniendo gran importancia y que está íntimamente ligada a la virginidad de la mujer.

No en vano las novias se siguen vistiendo de blanco —aun en los casos en que, en rigor, y puesto que el color blanco simboliza precisamente la virginidad, debiera vestirse de cualquier otro color— y siguen llevando velos y flores de azahar.

¿Y cuál suele ser la actitud de la mujer ante todo este aparato, ante todo el espectáculo que se ha montado a su costa y en el que sólo faltan el bombo y el platillo? (En ciertos pueblos, y en las bodas de la «gente bien» de la localidad, no falta ni siquiera eso).

Las mujeres, por lo general, lo encajan encantadas. Han sido educadas en la creencia de que la virginidad por sí misma constituye su bien más precioso y que de un simple hecho físico depende que su matrimonio pueda llegar a realizarse, no menos que toda su felicidad futura.

Por eso defienden «su fortaleza» tan encarnizadamente, incluso de su propio deseo y del deseo del hombre al que quieren y que va a convertirse en su marido, convencidas de que, si cediesen a sus presiones, a veces incluso chantajes, podrían ser luego despreciadas por él y tratadas como «una cualquiera», con lo cual se verían frustradas en su mayor —casi única— aspiración: la de convertirse un día en esposas y madres.

lunes, 31 de octubre de 2011

El Noviazgo


¿Por qué los jóvenes de hoy día evitan el poner una etiqueta clasificadora a sus relaciones amorosas? «No somos novios; sólo salimos juntos», responden invariablemente a las indagaciones paternas que tratan de esclarecer, de acuerdo con categorías tradicionales, cuál es la situación sentimental de la pareja y sus posibilidades o propósitos matrimoniales.

Y aquí está el meollo del asunto: las costumbres amorosas han evolucionado rápidamente en esta segunda mitad del siglo xx y uno de sus hechos más significativos es que el enamoramiento y la relación ilusionada entre los dos sexos tiene una serie de manifestaciones, matices y proyecciones difíciles de encuadrar en los cánones vigentes en la precedente generación.

Las jóvenes parejas no se sienten ligadas por lazos formales aun cuando existan entre ellos sentimientos amorosos. Así, de una manera libre y espontánea, se conocen y compenetran al paso que calibran sus mutuas cualidades y defectos, pero siempre libres de ataduras, cuyo rompimiento —además del consiguiente impacto emocional— implicaría conflictos de tipo social y familiar.

Esta libertad les permite cambiar de pareja y adquirir una mayor experiencia en las relaciones humanas sin sujetarse a reglas ni compromisos.

El peligro reside en que esta situación se orienta excesivamente hacia la diversión, pues, libre de responsabilidades y deberes, en ella sólo se compromete una parte de la personalidad. Después de compartir gran número de fiestas, risas, besos, discusiones y estudios, ella y él siguen con una idea harto incompleta sobre el posible acoplamiento de sus respectivas personalidades en el matrimonio.

Una cosa es pasear en coche las noches de primavera o tumbarse en la arena de las playas, retozar y bañarse juntos en el mar, rozarse las bronceadas piernas y mirarse a los ojos... y otra muy distinta saber qué puede sentir el uno hacia el otro cuando en invierno se está pálido y fatigado, cuando se descubren en el otro cónyuge lagunas, deficiencias y reacciones que no tienen nada de románticas; cuando los platos están sin fregar, y las facturas se amontonan...

sábado, 29 de octubre de 2011

Comunión sexual en la pareja


Van de Velde denominaba la unión procreativa «comunión sexual», subrayando con ello la necesidad de que tanto el hombre como la mujer obtengan con este acto una satisfacción recíproca.

Su límite, superado por los estudios fundamentales del sexólogo alemán Oswald Colle, a partir de las experiencias de laboratorio realizadas por Masters y Johnson, consistía en juzgar que esta fusión psicofisica era posible al aplicar el esquema estímulo-reacción.

Olvidando que la habilidad técnica, aunque sea necesaria, no resuelve los problemas de la pareja, tanto por el hecho de que las técnicas eróticas más elaboradas programan racionalmente acontecimientos futuros que a menudo dependen de emociones y tensiones de los instintos, como porque las situaciones humanas, en su variabilidad e innumerabilidad, no pueden ser resueltas simplemente por el concepto según el cual una serie de estímulos eróticos otorgan necesariamente adecuada satisfacción a la pareja.

Edward F. Griffíth confirma la necesidad de una adecuada adaptación psicológica de la pareja, puesto que sólo con el mutuo análisis, el recuerdo del propio pasado, de las propias experiencias negativas y de las propias frustraciones en las diversas épocas de la vida, se evitará la reaparición de aquellos obstáculos que parecen superados cuando únicamente han sido reprimidos.

La pareja unida de un modo positivo es, por lo tanto, la matriz de futuras parejas destinadas a ser felices.