La casamentera propiamente dicha nace y muere con la vida pública de los salones, en una sociedad hecha de apariencias y de disimulo. En una sociedad agrícola bien organizada la casamentera tiene poco que hacer, ya que se sabe con sobrada antelación qué condiciones se requieren para el reparto, o unión, o conservación de la tierra.
La sociedad agrícola no admite ninguna demora en el estado de soltería, ni en la vida pública se utilizan eufemismos que permitan la delicada actividad de la casamentera.
En el salón, en donde se daban cita los estratos oscilantes de la burguesía, es donde se desarrollaba en pleno auge la actividad de la casamentera. Mientras la gente bailaba, hablaba, cantaba, organizaba juegos de prendas y de naipes, ella observaba, escogía sus pupilos y empezaba su tarea.
Para evitar fracasos la actual casamentera utiliza con agilidad el arte de la maledicencia. Sabe muy bien que el lenguaje directo no le suministraría datos sobre la real situación económica de los individuos, y sabe también, de paso, que no puede fiarse de las apariencias. Las casamenteras más brillantes y artistas saben utilizar la ignorancia de los mismos indi-.duos que manipulan, haciendo concebir esperanzas que luego no se realizan.
La condición necesaria para su labor es que existan a su alcance un buen número de muchachas cuyas dotes no sean de fácil aclaración. En algunos casos, ya no tan fáciles ni frecuentes, puede darse que la muchacha sea difícil de casar porque posea mucho dinero pero no el rango familiar adecuado.
El trabajo más perfecto que puede llevar a cabo una casamentera es unir dinero y prestigio. La sociedad plutocrática es una sociedad que se expresa como una burda imitación de la sociedad aristocrática que la precede.
Trata de reproducir la autoridad que el noble posee por el simple hecho de su nacimiento, y lo hace no sólo imitando sus formas de vida, sino comprando viejos títulos o adquiriendo títulos nuevos. En los salones, en donde afluyen estratos de la riqueza creciente y decadente, la casamentera tiene terreno abonado y su habilidad consiste en lograr este feliz complemento.
La sociedad agrícola no admite ninguna demora en el estado de soltería, ni en la vida pública se utilizan eufemismos que permitan la delicada actividad de la casamentera.
En el salón, en donde se daban cita los estratos oscilantes de la burguesía, es donde se desarrollaba en pleno auge la actividad de la casamentera. Mientras la gente bailaba, hablaba, cantaba, organizaba juegos de prendas y de naipes, ella observaba, escogía sus pupilos y empezaba su tarea.
Para evitar fracasos la actual casamentera utiliza con agilidad el arte de la maledicencia. Sabe muy bien que el lenguaje directo no le suministraría datos sobre la real situación económica de los individuos, y sabe también, de paso, que no puede fiarse de las apariencias. Las casamenteras más brillantes y artistas saben utilizar la ignorancia de los mismos indi-.duos que manipulan, haciendo concebir esperanzas que luego no se realizan.
La condición necesaria para su labor es que existan a su alcance un buen número de muchachas cuyas dotes no sean de fácil aclaración. En algunos casos, ya no tan fáciles ni frecuentes, puede darse que la muchacha sea difícil de casar porque posea mucho dinero pero no el rango familiar adecuado.
El trabajo más perfecto que puede llevar a cabo una casamentera es unir dinero y prestigio. La sociedad plutocrática es una sociedad que se expresa como una burda imitación de la sociedad aristocrática que la precede.
Trata de reproducir la autoridad que el noble posee por el simple hecho de su nacimiento, y lo hace no sólo imitando sus formas de vida, sino comprando viejos títulos o adquiriendo títulos nuevos. En los salones, en donde afluyen estratos de la riqueza creciente y decadente, la casamentera tiene terreno abonado y su habilidad consiste en lograr este feliz complemento.