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jueves, 3 de noviembre de 2011

El dulce amor en la pareja


TIEMPO DE ESPLENDOR

El noviazgo resulta delicioso, además de constructivo, si la pareja —principalmente el varón— sabe crear y mantener en su relación íntima el clima romántico y siempre vigente del cortejo amoroso.

Para la mujer, el tiempo de su noviazgo está rodeado de un halo de ilusión que ya nunca más volverá a iluminarla. Le esperan mayores dichas sin duda —el matrimonio, la maternidad, el envejecer junto al hombre amado—, pero nunca volverá a sentirse tan dueña del mundo y del amor como en esta época esplendorosa en que el enamoramiento ha cristalizado en un sentimiento profundo de apego y de aceptación de un destino común.

Tradicionalmente la mujer vive en este período el punto culminante de su poder femenino: es cortejada por un hombre y sabe que sólo ella tiene en sus manos el poder de dispensar o negar los favores que el galán solicita.

Por un corto espacio de tiempo la sociedad patriarcal le concede algo que siempre le ha negado: poder decisorio, la alegría de no sentirse un ser disminuido que pasa del poder del padre al del esposo. Le concede el regalo embriagador, y transitorio, de lo que vulgarmente podría llamarse «tener la sartén por el mango». La atención del novio está fijada en ella; y el novio es un varón, que la halaga, la mima y se muestra rendido y completamente entregado a su voluntad.

Si en la sociedad patriarcal la mujer está alienada, al menos durante el noviazgo las presiones paternalistas se suavizan y le es dable manifestarse como alguien más que una eterna «menor»; durante este fugaz período es una persona en el pleno ejercicio de su responsabilidad.

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