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viernes, 9 de septiembre de 2011

Fracasos y traumas en la mujer


Una mujer puede haber tenido una existencia absolutamente vacía de contenido y, a pesar de ello, no tener ninguna impresión de fracaso, porque la sanción pública es absolutamente aprobatoria y ella no puede imaginar otra existencia que la que ha llevado. Ha vivido siempre pendiente de los otros, no ha tomado nunca una decisión propia, pero ha vivido de acuerdo con la opinión ajena.

Para la mujer, el fracaso más persistente en el tiempo es la soltería. Mientras al hombre el matrimonio se le muestra como una obligación, a la mujer se le presenta como un estado social que la eleva. Para la mujer el matrimonio es el éxito en sí. Las llamadas novelas rosas terminan en matrimonio porque el final feliz es una expresión del éxito social. La soltería lleva consigo una serie de humillaciones, más o menos paliadas según el grado evolutivo del núcleo social.

El período de la menopausia puede ser causa de que despierte en la mujer la impresión de fracaso. Y puede producir estados de depresión profunda, ya que la mujer se descubre desprovista de lo que ha sido instrumento de su éxito: su juventud, su belleza y su condición de hembra. Y la impresión de fracaso se hace más profunda porque el éxito anteriormente obtenido no le ha dejado ninguna situación estable.

La impresión de fracaso puede producirse por reflejo del fracaso del marido. Mejor dicho, por lo que la mujer considere que es fracaso del marido. La mujer que se ha propuesto impulsar al marido hacia el éxito se considera fracasada si él no ha alcanzado los signos exteriores de este éxito, que para ella son los únicos que cuentan, pues son los únicos con los que se siente gratificada.

El fracaso puede llegarle en relación con la carrera que ha emprendido. No pocas mujeres han chocado con los innumerables obstáculos que la sociedad masculina opone a su promoción. Si ha tenido la osadía de emprender una carrera de prestigio o bien remunerada, la resistencia será mucho mayor, y más aún si se propone alcanzar un puesto de mando. Muchas mujeres, al emprender la carrera, han pensado que la oposición masculina no era más que un tópico ya revisado.

Han creído que en su caso no se produciría y que su valor y su tesón darían el mismo resultado que en sus compañeros de ejercicio. Cuando se da cuenta de la latente oposición se encuentra ya cansada.
Pero la mayoría de las veces la mujer se siente fracasada y no sabe exactamente por qué.

La impresión de fracaso se matiza de frustración. No puede decir que no haya alcanzado el lugar que se había propuesto, porque no se había propuesto absolutamente nada. Pero siente profundamente que no ha realizado sus facultades, que hay algo, en ella, que podía haberse realizado y no se realizó. La relación con quienes la rodean se hace difícil porque ella tiene la impresión de que desconocen su propio valor.

Esta indeterminada impresión de fracaso se produce frecuentemente en la sociedad donde vivimos porque la mujer se halla raramente compensada en la situación en que se encuentra. En nuestra sociedad el camino más fácil para la mujer es situarse en el lugar que le ha designado la tradición.

En los años de preparación para la futura existencia aprende a confiar en el otro: el padre, el novio, el marido. Los primeros años de matrimonio, con los hijos, la apartan de toda actividad profesional. Cuando los niños se valen por sí solos y puede revisar su situación, descubre que la vida que tiene organizada no la compensa. Entonces viene la impresión de fracaso.

Las normas para evitar el fracaso no existen, a pesar de la ingente literatura que existe sobre el arte de triunfar. Pero lo que sí es posible es tratar de organizar nuestra existencia de modo que veamos un poco claro en ella. Es decir, conocer qué nos proponemos y plantearnos las dificultades objetivas. Hoy la mujer no puede avanzar ciegamente, como lo hacían nuestras abuelas. Existen demasiados elementos de atracción que le hacen comprender que no le basta su tradicional actitud pasiva.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Higiene en la Menstruación


La menstruación es la expulsión periódica del tejido que recubre la cavidad del útero, por haber perdido éste su función al no haber sido fecundado el óvulo y no existir embarazo. La expulsión de este tejido desintegrado va siempre acompañada de cierta cantidad de sangre, que le confiere un peculiar aspecto. Durante este período la mujer utiliza algodones o gasas, que situados junto a la vulva, recogen la sangre expulsada.

En la actualidad se encuentran en el comercio distintos productos que. enrollados en forma de cilindro, son aptos para, al ser introducidos en la vagina, recoger la sangre menstrual. La mujer puede usarlos sin peligro alguno, siempre y cuando utilice el tamaño apropiado a su vagina.

Durante el período de la regla, el organismo de la mujer se encuentra en igual estado que fuera de ella. La pérdida de sangre menstrual es un proceso fisiológico que indica el normal funcionamiento del útero. Y dado que en el cuerpo humano nunca una función normal de un órgano cualquiera altera o pone en peligro el resto del organismo, la mujer durante la regla se encuentra en perfecto estado de salud, o al menos en el mismo estado en que se encontraba antes de la menstruación.

Ello significa que el baño en particular, y cualquier otra actividad de la mujer durante las reglas, tiene el mismo peligro que fuera de ellas. El baño o ducha, con el fin de un aseo personal, es siempre higiénico y por tanto saludable.

Los baños de mar en épocas calurosas son igualmente agradables, y la menstruación no aumenta la posibilidad (de por sí poco frecuente) de que se produzca uno de esos shocks hidrocutáneos llamados popularmente «cortes de digestión».

lunes, 5 de septiembre de 2011

La Cocina y la Mujer


Ante la cocina, como ante las tareas domésticas en general, la actitud de la mujer de hoy ya no tiene por qué ser la tradicional de sujección y dependencia exclusiva, pero tampoco se irresponsabilizará en tan importantes materias con pretextos vanguardistas mal enfocados, adoptando actitudes despreciativas y aun hostiles, como reacción al pasado.

Si bien sigue siendo la cocina uno de los feudos femeninos, ya no lo es en modo alguno en su aspecto de vasallaje, ni psíquica ni físicamente. La técnica moderna ha puesto al servicio del ama de casa un sinnúmero de útiles prácticos y aparatos electrodomésticos que facilitan, simplifican y reducen tareas y tiempo.

Arquitectos y decoradores han contribuido a esta evolución, convirtiendo la frialdad e incomodidad de las cocinas de antaño en estancias tan asépticas como acogedoras y cómodas, sin perder por ello ni un ápice de su funcionalidad. Hoy el ama de casa ya no es esclava de la cocina, sino dueña de ella; ya no está reducida sin remisión a la fastidiosa y embrutecedora galera de preparación de alimentos y fregado de platos, repetidas veces al día y todos los días de la vida, sufriendo este destino como una condenación.

Gracias a la técnica, empleará muy breve tiempo en tales tareas, quedando holgadamente libre para cualquier otra suerte de menesteres y aficiones: gracias a las modernas contrucciones y a la decoración, las realizara en una estancia a un mismo tiempo utilitaria y confortable, funcional y bella; y, sobre todo, gracias a una mayor capacitación personal, obtendrá de «su» cocina un placer a ningún otro comparable: el de elaborar con los frutos de la tierra, con arte y sabiduría, para deleite y provecho de los suyos, a quienes nutrirá competentemente de modo sano y equilibrado.

Por lo tanto, el viejo concepto de cocina de ambiente frío, con azulejos blancos, armarios empotrados y útiles impersonales queda desechado incluso en el caso, cada vez menos frecuente, de servicio doméstico contratado.

La cocina, pequeña o grande, reducida exclusivamente a sus funciones específicas o ampliada en el concepto de cocina-comedor o cocina-cuarto de estar (soluciones éstas que ahorran muchos pasos diarios a la mujer, en especial si hay niños de corta edad), estará dotada de mobiliario e instrumentos que permitan realizar las tareas culinarias con el menor tiempo posible y la mayor efectividad; estará construida de tal modo y con tales materiales que aseguren su resistencia y faciliten su limpieza, sin llegar por ello a conferirle una fría asepsia de laboratorio; y estará decorada con alegría y vivacidad para que la permanencia en ella sea fuente de satisfacciones.

Los revestimientos más adecuados para el pavimento y las paredes son los baldosines de mayólica o de gres, o bien los higiénicos laminados plásticos, tratados químicamente para que resistan el calor, el fuego y la humedad, y que son fácilmente lavables.
En cuanto al mobiliario, fijo o móvil, está constituido cada vez con mayor tendencia, según el modo americano, por numerosos elementos que pueden ser adquiridos gradualmente, empezando por los esenciales. 

sábado, 3 de septiembre de 2011

El Flujo Vaginal


La vagina de la mujer está formada por un tejido celular cuya biología le permite estar constantemente bajo los efectos de la humedad. En este sentido es semejante a la mucosa que tapiza la cavidad de la boca, humedecida siempre por la salivación.

Las células situadas en la superficie de la pared de la vagina, al morir y ser renovadas por otras células más jóvenes se desprenden y van a parar a la cavidad vaginal.

Ésta, al ser un conducto cerrado por un extremo, recoge y agrupa todas las células descamadas, que se expulsan lentamente al exterior a través de la vulva. Este fluir continuo, siempre en muy escasa cantidad, es lo que médicamente se llama leucorrea, palabra griega que significa fluir-blanco, por ser este su color.

Pero si examinamos al microscopio una muestra de la leucorrea, veremos que se encuentran en ella unas bacterias que rodean e incluso destruyen las células vaginales descamadas. Estas bacterias viven en simbiosis con la mujer, lo que significa que tanto la mujer como las bacterias se favorecen mutuamente en su desarrollo.

Ello es posible gracias a dos mecanismos: por una parte, la mujer proporciona a las bacterias los elementos necesarios para su nutrición (células descamadas); por otra parte, y de aquí el beneficio que. la mujer saca de ellas, estas bacterias, al destruir las células y metabolizarlas, convierten la glucosa contenida en el interior de cada célula en ácido láctico.

Ello hace que el medio vaginal sea ácido, hecho fundamental para la defensa de la mujer contra las contaminaciones de otras bacterias capaces de provocar una infección. En un medio ácido es difícil la vida de los gérmenes patológicos, y por lo tanto la leucorrea constituye una defensa natural que la mujer posee contra las infecciones vaginales.

De todo esto se deduce fácilmente que la higiene del aparato genital externo femenino ha de consistir en aseos superficiales que interesan solamente la vulva, pues un laxado del interior de la vagina, si no es prescrito por el médico, puede acarrear la muerte de las bacterias simbióticas, privándose así la mujer de una defensa natural que le es propia.

jueves, 1 de septiembre de 2011

El fracaso en la Mujer


La moral burguesa ha puesto en vigor la veneración del éxito y, en consecuencia, el terror al fracaso. En la moral antigua el hombre podía ser vencedor o vencido y en ambos casos era un héroe, pues su dimensión moral y ejemplar no dependía de una situación exterior sino de su comportamiento. Para la moral burguesa lo importante es la evidencia pública de la prosperidad.

Es la opinión de los demás lo que cuenta, es su aclamación lo que nos da la certeza de que no se ha fracasado. Para el fracasado existe algo más terrible que la condena, existe el olvido y el silencio.

Esta adecuación entre finalidad individual y finalidad colectiva ha llegado a considerarse la clave del comportamiento normal y, en consecuencia, del éxito, de modo que la llamada de Erich Fromm para que sea revisado el concepto de normalidad se ha considerado revolucionaria.

Erich Fromm enuncia simplemente que en una sociedad organizada de modo que el sádico pueda ejercer impunemente su sadismo, un hombre normal será un inadaptado. Es, pues, un error grave dar como pauta de normalidad la simple adecuación. Fromm también denuncia el miedo a la libertad, la terrible necesidad que tiene el hombre de sentirse protegido, mandado, obligado a seguir en el redil de la ortodoxia oficial.

Todo ello nos lleva a la conclusión de que la mayoría de los hombres contemporáneos se sienten fracasados cuando se han quedado en el primer peldaño de una ascensión que la sociedad en la cual viven les exige. Y esta situación es vergonzosa porque produce el desprecio de los demás, Cada hombre, cada mujer, pueden fracasar en grados muy distintos y en función del estrato social que les juzga.

Por lo tanto, podemos dudar de los valores absolutos de éxito y fracaso y de su contenido moral, pero no podemos dudar de su existencia. Cuando alguien se siente fracasado, lo es ya, pues su sentimiento es la reacción a la condena de los seres humanos que le rodean.

¿Cuándo se siente fracasada la mujer?

En la sociedad antigua el éxito o el fracaso de una mujer estaban claramente determinados. Una mujer había fracasado al no cumplir con las funciones específicas de su condición de hembra. Una mujer soltera, o una mujer casada y sin hijos, podía considerarse fracasada. Una mujer casada y con hijos podía ser desgraciada, pero nunca fracasada.

martes, 30 de agosto de 2011

Higiene en la Mujer


Sobre la mujer han pesado siempre numerosos tabúes y prejuicios sociales. Durante largo tiempo su papel social ha sido secundario, hasta el punto de llegar a recibir, en ciertas sociedades, un trato parecido al que se daba a los animales.

Si el hombre ha estado supeditado a la evolución de la sociedad en su conjunto, a su cultura y a sus progresos técnicos, la mujer ha sido además sometida por el hombre, que en una u otra forma la apartaba y alejaba de su ambiente.

Es así como se explica que la mujer fuese desterrada, en el momento de dar a luz, a unos lugares llamados panderos que a tal fin se construían alejados de las zonas de vivienda.

Largo tiempo se consideró que la mujer era un ser impuro e indeseable durante el período de la menstruación. Esto ha dado lugar, en el transcurso de la historia, a infinidad de leyendas y prejuicios, los cuales en parte aún perduran entre los sectores más atrasados de la sociedad actual. Por suerte, una equilibrada y objetiva consideración de las particularidades femeninas va ganando terreno rápidamente.

Impulsos Reprimidos en el Amor


Catarsis es palabra de origen griego que significa purificación, y que la farmacopea clásica utilizaba preferentemente en sentido físico. La psicología moderna se ha adueñado del sentido metafórico o espiritual de la palabra, para designar un fenómeno psíquico bien definido: la «purificación» o liberación que experimenta un individuo al desahogarse, mediante una descarga emotiva, de ciertos violentos impulsos subconscientes que, por diversos motivos, han sido reprimidos y pugnan por manifestarse.

Se trataría, por así decirlo, de una válvula de escape del subconsciente. La catarsis así entendida es siempre un fenómeno emotivo, nunca racional o intelectual; en su génesis interviene una multitud de factores,. pero aquí señalaremos tan sólo el que más nos interesa, es decir el proceso psicológico llamado «identificación». En su sentido más general, se dice que un sujeto se «identifica» inconscientemente con cualquier objeto o persona que, por algún motivo, complete su personalidad o la repare una carencia.

Por ejemplo, es muy frecuente la identificación con objetos que simbolizan claramente el poder, la fuerza o el éxito en cualquiera de sus formas; es el caso de esos hombres que, a fuerza de hacer vida sedentaria, son incapaces de correr cien metros sin agitarse, pero se sienten sumamente orgullosos de la velocidad y potencia de sus automóviles, que en este caso constituyen el objeto con el cual inconscientemente compensan su propia debilidad física.

En el aspecto sexual, la identificación tiene gran importancia porque permite al individuo atribuirse virtudes que, en realidad, no son suyas, pero de las que necesita intensamente para mantener su propio equilibrio psíquico. Es el caso de la mujer que se identifica con los gustos, la manera de vestir y peinarse, y, en suma, con la personalidad de alguna célebre estrella cinematográfica; el éxito sexual (verdadero o aparente) de la persona con la cual se identifica, compensa las dudas o temores inconscientes acerca de su propia sexualidad.

Otro aspecto puede presentar el proceso de identificación, aspecto que nos acerca más aún a la catarsis subsiguiente : nos referimos a aquella forma de identificación mediante la cual el sujeto reconoce (o cree reconocer) en otra persona, o bien en una situación públicamente aceptada (como, por ejemplo, la ficción del cine, el teatro o la novela), un determinado conflicto que inconscientemente él mismo padece.

El sujeto, en este caso, puede «revivir» como perteneciente a otra persona ese contraste que no logra resolver en su interior y ni siquiera enfrentar conscientemente. Una intensa participación emotiva hacia ese conflicto «de otros» da lugar, entonces, a la catarsis.

lunes, 29 de agosto de 2011

Traumas de la primera relación sexual


Las primeras relaciones sexuales resultan casi siempre desagradables para ambos miembros de la pareja, a causa de determinados motivos psíquicos y físicos.

Las causas físicas dependen principalmente de las condiciones anatómicas y morfológicas femeninas. La pérdida de la virginidad, llamada también desfloración, se efectúa cuando el anillo himeneal es dilatado por el pene. Esta dilatación es siempre más o menos dolorosa, según el grado de sensibilidad al dolor de cada mujer.

El agrandamiento himeneal producido durante la desfloración no va siempre acompañado por una rotura de himen. Lo común es que esta membrana, de estructura elástica, ceda a la introducción del miembro viril y se dilátenlo suficiente para permitir su paso. Sólo en algunas ocasiones puede romperse, produciéndose, en estos casos, una pequeñísima herida cuya longitud raras veces es superior a un milímetro. El sangramiento no es forzoso, dado que la membrana himeneal está irrigada por vasos sanguíneos de calibre muy pequeño que tras romperse se cierran casi instantáneamente.

Es frecuente observar, durante los días que siguen a la desfloración, cierto aumento del flujo vaginal. Este fenómeno, que dura poco tiempo, es del todo normal: consiste en una reacción fisiológica de la vagina en respuesta a la dilatación del himen.

Los motivos psíquicos intervienen en la apreciación del dolor ocasionado por la desfloración, al igual que en cualquier otro proceso doloroso. El principal factor que aumenta la sensibilidad dolorosa es el miedo, determinado a su vez por el desconocimiento del acto que se está efectuando, debido a la falta de una experiencia anterior.

En la especie humana, y a diferencia de los animales inferiores, el acto sexual dista mucho de ser «un reflejo de la médula espinal»: por el contrario, en él participan el espíritu, la imaginación y la estima, características que le imprimen su peculiar sentido humano. De ahí la importancia de que en él intervengan la comprensión y el consentimiento recíprocos.

Para lograr que el acto sexual se realice con normalidad, libre de tensiones emocionales que lo alteren, es imprescindible el acoplamiento espiritual y físico de la pareja. Si la relación sexual se efectúa sólo desde el punto de vista físico, se distorsiona su sentido humano, convirtiéndose en un acto reflejo y bestial en el que terminara por entrar en juego la competencia entre los dos sexos.

La excitación sexual ha de realizarse no a modo de lucha entre dos rivales, hombre y mujer, sino tratando, cada uno de ellos, de entender todos los fenómenos físicos y emocionales que se dan en el otro miembro de la pareja, para poder así comportarse del modo más correcto y conseguir el fin primordial que persigue la sexualidad, sin el cual es imposible toda armonía espiritual: el logro de la culminación sexual, el orgasmo, en ambos miembros de la pareja a la vez.

sábado, 27 de agosto de 2011

El Desengaño en el Matrimonio


En este punto las cosas, no tiene nada de extraño que, apenas consumado el matrimonio, se produzca el desengaño. Desengaño del que el hombre no se resiente por lo general excesivamente, en parte porque se siente responsable a causa de los reproches (mudos o no) de que le hace objeto la esposa y en parte también porque él, fuera de casa, en el trabajo, con los amigos y con las aventuras ocasionales, vive su vida.

En cambio, para la mujer el golpe es mucho más duro, y las consecuencias mucho más terribles.

Ya hemos dicho que el objetivo de la vida de una mujer educada tradicionalmente es el matrimonio. Fracasado o simplemente en crisis éste, siente que se derrumba el mundo a su alrededor.

Inconscientemente cae en la contradicción de reprochar a su marido el que lleve una vida independiente, que trabaje, que no esté siempre a su lado diciéndole que la ama y que no puede vivir sin ella, y de empujarle al mismo tiempo a prosperar, a subir, cada vez más, para realizarse de este modo a través del consumo, comprando, y para comprar necesita que él gane cada vez más dinero.

Y es que para la mujer no están nada claros los límites que existen entre ella y su familia. Al haber puesto todas sus aspiraciones en el matrimonio, se ha convertido a sí misma en su matrimonio; de ahí que todos sus afanes se reduzcan a la familia y a lo relacionado con el hogar. De ahí también que viva a través del marido y de los hijos y que para éstos su constante presencia llegue a ser ago-biadora, ya que ella no puede dejar de intervenir en cualquiera de los asuntos que les afectan, ni siquiera en lo relacionado con su actividad profesional.

Mientras los hijos son pequeños encuentran en ellos la razón de su existencia, y el afecto de los chiquillos la resarce de alguna manera del vacío en que se encuentra.

Sin embargo, esta compensación de carácter afectivo no és muy duradera. Los hijos crecen, se van haciendo cada vez más independientes y no soportan fácilmente una madre dominante o hiperprotectora.

De este modo, ella se va sintiendo cada vez más sola, más inútil y fracasada. Condenada a un trabajo agotador (el del hogar) que nadie le reconoce como tal y que no tiene ningún aliciente —siempre lo mismo: fregar, lavar, planchar, cocinar—, pierde sus energías en estas pequeñas tareas que no le proporcionan satisfacción alguna y que acaban de sumirla en un mundo aparte, en el que todas las cosas parece que se pongan obstinadamente en contra suya.

¿Y a quién hacer responsable de esta situación ?

La respuesta es clara: a las pequeñas ideas. Ellas son quienes han conducido a la mujer a este estado de cosas. Sin la pequeña idea de que la mujer está hecha solamente para el hogar, muchas mujeres encontrarían satisfacción adecuada a sus necesidades de orden social en un trabajo productivo realizado fuera de casa.

Si se librara de la obsesión de casarse, optaría por el matrimonio sólo en el caso de que estuviera realmente segura de que ha encontrado al compañero adecuado para compartir su vida. Si no pretendiera vivir a través del marido y de los hijos, éstos probablemente la amarían y la respetarían más porque verían que el amor de ella es completamente desinteresado y respetuoso para con sus distintas individuales.

La mujer podrá desarrollarse plenamente sólo cuando, despreciando las pequeñas ideas aprendidas, sea capaz de abrirse camino por sí misma, de acuerdo con su propia manera de pensar y con sus verdaderas inclinaciones.

jueves, 25 de agosto de 2011

Elegancia Femenina en el Poker


Jugar a las cartas es siempre un excelente pretexto para reunirse un grupo de amigas, por la tarde o por la noche. Una tarde libre estará muy bien aprovechada con una «canasta» entre amigas, que tendrán el placer de verse y charlar un rato, pues al tiempo que lucirán los vestidos nuevos, disfrutarán de un pasatiempo agradable.

Si por la tarde se participa en una «canasta» entre amigas con quienes se tiene confianza, no será un gran problema el arreglarse; un vestido corriente de tejido o de punto y una sencilla falda con chaqueta o blusa son más que suficientes. Desde luego, estaría fuera de lugar presentarse vestida muy elegantemente, pues podrían molestarse las otras amigas y la dueña de la casa, ya que ésta, dado el tono íntimo de la reunión, no habrá organizado un té o una merienda.

Es distinto cuando se ha invitado con algunos días de anticipación y a una hora avanzada de la tarde; en este caso se entiende que la dueña de la casa lo ha organizado todo de acuerdo con las reglas y que el número de invitados será superior a los cuatro indispensables para una partida. Probablemente ella habrá pensado, también, en preparar más de una mesa de juego, a fin de que se formen otros grupos de señoras que deseen jugar. También el té estará preparado, según las normas de la etiqueta, con el mejor servicio, con un variado surtido de pastas, dulces y saladas, y con las más bellas servilletas.

Todo muy formal, en suma. Por lo tanto, también deberá ser formal la toilette de los invitados. Serán ade cuados los vestidos elegantes en crespón, cady, lana o seda, según la estación, y los drapeados. También los colores figurarán entre los clásicos, como el acostumbrado negro, el marrón, el avellana, el blanco y otros colores mas a la moda; éstos, naturalmente, para las señoras más jóvenes. La línea del vestido será bastante simple y de corte elegante.

En primavera estará muy adecuado el sastre» (traje de chaqueta) completado por una blusa o un abrigo. En invierno, bajo el abrigo de piel o el paleto, se llevará el clásico «tubo», con mangas o sin ellas, enriquecido con un cinturón especial o con un foulard de seda alrededor del cuello. Las joyas que se luzcan serán poco llamativas pero muy bellas. Deben evitarse totalmente los brazaletes cargados de monedas que al mínimo movimiento tintinean como un millar de campanillas; esto es extremadamente molesto, sobre todo para los jugadores que toman el juego muy en serio y quieren que se guarde el máximo silencio.

Las señoras muy ancianas podrán llevar sombrero, aunque tendrán en cuenta que puede ser un accesorio incómodo si hay que «soportarlo» varias horas en un ambiente cerrado.

La toilette para una invitación nocturna será diferente. En este caso, puesto que la reunión está organizada para después de la cena, se podrán llevar vestidos con una línea más de noche. Serán, pues, adecuados los vestidos en tejido ligero, como el velo (tul) y el chifón. en modelos de líneas no muy flotantes.

Por otra parte se podrán usar tejidos como el cady, el crespón, la lana, la seda y el terciopelo. También con éstos se deberán seguir líneas muy simples, que pueden estar ligerísimamente recamadas de azabache. Deben evitarse los tejidos preciosos, tipo lame o brocado. Después de todo, se trata de una reunión corriente para un poker y no una fiesta. También el peinado y el maquillaje serán muy refinados. Sobre estos vestidos se llevarán pieles elegantes en invierno, y sencillos abrigos negros en verano.