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lunes, 29 de agosto de 2011

Traumas de la primera relación sexual


Las primeras relaciones sexuales resultan casi siempre desagradables para ambos miembros de la pareja, a causa de determinados motivos psíquicos y físicos.

Las causas físicas dependen principalmente de las condiciones anatómicas y morfológicas femeninas. La pérdida de la virginidad, llamada también desfloración, se efectúa cuando el anillo himeneal es dilatado por el pene. Esta dilatación es siempre más o menos dolorosa, según el grado de sensibilidad al dolor de cada mujer.

El agrandamiento himeneal producido durante la desfloración no va siempre acompañado por una rotura de himen. Lo común es que esta membrana, de estructura elástica, ceda a la introducción del miembro viril y se dilátenlo suficiente para permitir su paso. Sólo en algunas ocasiones puede romperse, produciéndose, en estos casos, una pequeñísima herida cuya longitud raras veces es superior a un milímetro. El sangramiento no es forzoso, dado que la membrana himeneal está irrigada por vasos sanguíneos de calibre muy pequeño que tras romperse se cierran casi instantáneamente.

Es frecuente observar, durante los días que siguen a la desfloración, cierto aumento del flujo vaginal. Este fenómeno, que dura poco tiempo, es del todo normal: consiste en una reacción fisiológica de la vagina en respuesta a la dilatación del himen.

Los motivos psíquicos intervienen en la apreciación del dolor ocasionado por la desfloración, al igual que en cualquier otro proceso doloroso. El principal factor que aumenta la sensibilidad dolorosa es el miedo, determinado a su vez por el desconocimiento del acto que se está efectuando, debido a la falta de una experiencia anterior.

En la especie humana, y a diferencia de los animales inferiores, el acto sexual dista mucho de ser «un reflejo de la médula espinal»: por el contrario, en él participan el espíritu, la imaginación y la estima, características que le imprimen su peculiar sentido humano. De ahí la importancia de que en él intervengan la comprensión y el consentimiento recíprocos.

Para lograr que el acto sexual se realice con normalidad, libre de tensiones emocionales que lo alteren, es imprescindible el acoplamiento espiritual y físico de la pareja. Si la relación sexual se efectúa sólo desde el punto de vista físico, se distorsiona su sentido humano, convirtiéndose en un acto reflejo y bestial en el que terminara por entrar en juego la competencia entre los dos sexos.

La excitación sexual ha de realizarse no a modo de lucha entre dos rivales, hombre y mujer, sino tratando, cada uno de ellos, de entender todos los fenómenos físicos y emocionales que se dan en el otro miembro de la pareja, para poder así comportarse del modo más correcto y conseguir el fin primordial que persigue la sexualidad, sin el cual es imposible toda armonía espiritual: el logro de la culminación sexual, el orgasmo, en ambos miembros de la pareja a la vez.

lunes, 8 de agosto de 2011

Primeras Relaciones Sexuales


En los seres inferiores al hombre, la primera relación sexual tiene lugar cuando el aparato genital alcanza el desarrollo y la madurez necesarios para la reproducción. Aparte del condicionamiento al tiempo y al medio, la madurez sexual es el único requisito para que empiece la descendencia.

En el hombre, en cambio, la madurez física no es la única condición que permite el comienzo de las relaciones sexuales, sino que éstas, como todo acto humano, están ligadas al conjunto de la personalidad, y, por tanto, será también necesaria cierta madurez espiritual.
El hombre y la mujer llegan a la madurez física entre los 12 y los 15 años. Este momento, que en el varón pasa casi desapercibido, está señalado en la mujer por la aparición de la primera regla.

Su presencia indica que se han puesto en marcha mecanismos hormonales que conducirán, luego, a la armonía y equilibrio de todas las hormonas del organismo. Sólo al cabo de uno o dos años a partir de la primera regla (menarquía), la mujer alcanza la madurez necesaria para soportar físicamente un embarazo. Sin embargo, para la primera relación sexual, en la especie humana no se impone sólo este requisito; también se precisa la madurez espiritual suficiente para llegar a entender el verdadero significado del acto y su relación con el resto de la existencia.

Tema de eterna discusión es la conveniencia de mantener o no mantener relaciones sexuales antes del matrimonio.

La relación sexual es una forma de comunicación, y mediante ella hombre y mujer se integran en la forma de pensar, sentir y vivir como pareja. Es cierto que la relación sexual, practicada fuera o dentro del matrimonio, es un camino para llegar al conocimiento recíproco entre hombre y mujer, mas por otra parte no es éste el único camino para llegar a conocerse. La relación sexual no es imprescindible para que exista una profunda comunicación entre dos seres. Entre individuos del mismo sexo también puede darse una gran compenetración sin necesidad de relaciones sexuales.

De ello se deduce que no es éste el camino correcto para llegar a esclarecer si son aceptables o no las relaciones sexuales prematrimoniales.

El hombre, en el transcurso de su vida y motivado por sus creencias espirituales, contrae determinados vínculos con diversas instituciones. Es así como se explica que existan en la historia de la humanidad innumerables religiones o doctrinas, en las que siempre ñgura un mayor o menor número de creyentes. Es evidente que quien profese una religión determinada por haberse vinculado a ella voluntariamente, también voluntariamente acepta las obligaciones o deberes que ésta le impone. Por ello el mahometano rehusa comer carne de cerdo, aunque le apetezca.

En forma análoga, las relaciones sexuales prematrimoniales están condicionadas por los vínculos religiosos que contraemos. Así, si la religión de una mujer le prohibe la práctica de tales relaciones, ella se verá obligada a no efectuarlas y respetar dicho mandamiento, bajo pena de Tener que aceptar las responsabilidades y consecuencias que le comporte su desobediencia.

Es obvio añadir que un hombre que no profese ninguna religión, o bien que profese una religión que admita amplia libertad en la conducta sexual, una vez alcanzad* su madurez física, sexual y espiritual, no tendrá impedimento alguno para trabar relaciones sexuales cuando encuentre una mujer que comparta su forma de pensar y de sentir.