Nuevos cánones de belleza
En el período moderno, la belleza de la mujer cambia sus cánones: pasa de lo esbelto a lo relleno: de lo sencillo al maquillaje. Se modifican los hábitos de comida y la delgadez se transforma en símbolo de pobreza.
Las mujeres de clase alta quieren distinguirse de sus hermanas subalimentadas, enfermas de raquitismo y escorbuto. También comienzan a plantearse diferencias, ya que no sólo hay que diferenciarse de los hombres sino de otras mujeres de clase social inferior.
La modernidad viene así acompañada de la belleza, y este canon se mantiene 300 años: piel blanca, pelo rubio, labios y mejillas rojos, cejas negras, cuello y manos largos y finos, pies pequeños, pechos firmes, redondos y blancos. Las pestañas son vistas sin valor estético, por lo que se las ignora y, a veces, se las arranca del todo. Con la imprenta (mediados del siglo XV), aparecen en Europa libros de secretos de belleza, escritos en general por hombres. El pintarse no está totalmente aprobado, sin embargo, las mujeres insisten en embellecerse.
A las que se pintan se las acusa de alterar el rostro de Dios, lo que esconde el temor masculino al engaño. El siglo XVIII tratará de poner fin al artificio del maquillaje imponiendo la estética de lo natural.
La mujer se oculta, pese a que muestra los pechos lechosos, embellecidos con polvo o colorete. Debe ser delicada para oponerse á la virilidad del hombre. A diferencia de la Edad Media, la belleza no es vista como algo maligno sino necesario. La fealdad se asocia con el vicio y lo inferior.
Entre los años 1500 y 1700 se produce un resurgimiento de la castidad y la timidez. Por ejemplo, para dormir, el camisón reemplaza al desnudo y la mitad inferior del cuerpo se convierte en algo innombrable y prohibido (en la pintura, esa zona aparece cubierta por hojas de higuera o de parra).
En el período moderno, la belleza de la mujer cambia sus cánones: pasa de lo esbelto a lo relleno: de lo sencillo al maquillaje. Se modifican los hábitos de comida y la delgadez se transforma en símbolo de pobreza.
Las mujeres de clase alta quieren distinguirse de sus hermanas subalimentadas, enfermas de raquitismo y escorbuto. También comienzan a plantearse diferencias, ya que no sólo hay que diferenciarse de los hombres sino de otras mujeres de clase social inferior.
La modernidad viene así acompañada de la belleza, y este canon se mantiene 300 años: piel blanca, pelo rubio, labios y mejillas rojos, cejas negras, cuello y manos largos y finos, pies pequeños, pechos firmes, redondos y blancos. Las pestañas son vistas sin valor estético, por lo que se las ignora y, a veces, se las arranca del todo. Con la imprenta (mediados del siglo XV), aparecen en Europa libros de secretos de belleza, escritos en general por hombres. El pintarse no está totalmente aprobado, sin embargo, las mujeres insisten en embellecerse.
A las que se pintan se las acusa de alterar el rostro de Dios, lo que esconde el temor masculino al engaño. El siglo XVIII tratará de poner fin al artificio del maquillaje imponiendo la estética de lo natural.
La mujer se oculta, pese a que muestra los pechos lechosos, embellecidos con polvo o colorete. Debe ser delicada para oponerse á la virilidad del hombre. A diferencia de la Edad Media, la belleza no es vista como algo maligno sino necesario. La fealdad se asocia con el vicio y lo inferior.
Entre los años 1500 y 1700 se produce un resurgimiento de la castidad y la timidez. Por ejemplo, para dormir, el camisón reemplaza al desnudo y la mitad inferior del cuerpo se convierte en algo innombrable y prohibido (en la pintura, esa zona aparece cubierta por hojas de higuera o de parra).