La vagina de la mujer está formada por un tejido celular cuya biología le permite estar constantemente bajo los efectos de la humedad. En este sentido es semejante a la mucosa que tapiza la cavidad de la boca, humedecida siempre por la salivación.
Las células situadas en la superficie de la pared de la vagina, al morir y ser renovadas por otras células más jóvenes se desprenden y van a parar a la cavidad vaginal.
Ésta, al ser un conducto cerrado por un extremo, recoge y agrupa todas las células descamadas, que se expulsan lentamente al exterior a través de la vulva. Este fluir continuo, siempre en muy escasa cantidad, es lo que médicamente se llama leucorrea, palabra griega que significa fluir-blanco, por ser este su color.
Pero si examinamos al microscopio una muestra de la leucorrea, veremos que se encuentran en ella unas bacterias que rodean e incluso destruyen las células vaginales descamadas. Estas bacterias viven en simbiosis con la mujer, lo que significa que tanto la mujer como las bacterias se favorecen mutuamente en su desarrollo.
Ello es posible gracias a dos mecanismos: por una parte, la mujer proporciona a las bacterias los elementos necesarios para su nutrición (células descamadas); por otra parte, y de aquí el beneficio que. la mujer saca de ellas, estas bacterias, al destruir las células y metabolizarlas, convierten la glucosa contenida en el interior de cada célula en ácido láctico.
Ello hace que el medio vaginal sea ácido, hecho fundamental para la defensa de la mujer contra las contaminaciones de otras bacterias capaces de provocar una infección. En un medio ácido es difícil la vida de los gérmenes patológicos, y por lo tanto la leucorrea constituye una defensa natural que la mujer posee contra las infecciones vaginales.
De todo esto se deduce fácilmente que la higiene del aparato genital externo femenino ha de consistir en aseos superficiales que interesan solamente la vulva, pues un laxado del interior de la vagina, si no es prescrito por el médico, puede acarrear la muerte de las bacterias simbióticas, privándose así la mujer de una defensa natural que le es propia.
Las células situadas en la superficie de la pared de la vagina, al morir y ser renovadas por otras células más jóvenes se desprenden y van a parar a la cavidad vaginal.
Ésta, al ser un conducto cerrado por un extremo, recoge y agrupa todas las células descamadas, que se expulsan lentamente al exterior a través de la vulva. Este fluir continuo, siempre en muy escasa cantidad, es lo que médicamente se llama leucorrea, palabra griega que significa fluir-blanco, por ser este su color.
Pero si examinamos al microscopio una muestra de la leucorrea, veremos que se encuentran en ella unas bacterias que rodean e incluso destruyen las células vaginales descamadas. Estas bacterias viven en simbiosis con la mujer, lo que significa que tanto la mujer como las bacterias se favorecen mutuamente en su desarrollo.
Ello es posible gracias a dos mecanismos: por una parte, la mujer proporciona a las bacterias los elementos necesarios para su nutrición (células descamadas); por otra parte, y de aquí el beneficio que. la mujer saca de ellas, estas bacterias, al destruir las células y metabolizarlas, convierten la glucosa contenida en el interior de cada célula en ácido láctico.
Ello hace que el medio vaginal sea ácido, hecho fundamental para la defensa de la mujer contra las contaminaciones de otras bacterias capaces de provocar una infección. En un medio ácido es difícil la vida de los gérmenes patológicos, y por lo tanto la leucorrea constituye una defensa natural que la mujer posee contra las infecciones vaginales.
De todo esto se deduce fácilmente que la higiene del aparato genital externo femenino ha de consistir en aseos superficiales que interesan solamente la vulva, pues un laxado del interior de la vagina, si no es prescrito por el médico, puede acarrear la muerte de las bacterias simbióticas, privándose así la mujer de una defensa natural que le es propia.