Por lo general, cometemos algunos errores en nuestra conducta alimentaria que perjudican la digestión y el aprovechamiento de los distintos nutrientes. Están relacionados con el modo de comer y suelen ser hábitos adquiridos y arraigados. Muchos de ellos son consecuencia de nuestro estilo de vida, acelerado y estresante.
He aquí, entonces, los errores que perjudican nuestra alimentación:
• Saltarse comidas: esto modifica todos los ritmos de nuestro organismo; provoca sensación de hambre en cualquier momento, y para satisfacerla apelamos a dulces o comidas rápidas, mal preparadas. Debemos tomar las cuatro comidas diarias en forma regular y organizada.
• Comer de pie. Costumbre típica del hombre urbano, que en el horario de trabajo dispone de pocos minutos para almorzar. La digestión se complica y la comida no se disfruta.
• Comer demasiado rápido. Hábito que suele acompañar al que mencionamos anteriormente. Se calcula que hay que estar comiendo como mínimo durante veinte minutos. Ese es el tiempo que nos requiere una buena masticación. Tragar la comida como un animal hambriento provoca una sensación de pesadez muy duradera.
• Comer en forma súper abundante. Los grandes banquetes, característicos en esta época del año, nos invitan a la glotonería. Pero debemos evitarla. Sólo hay que comer lo necesario, ni un bocado de más.
• Cenar muy tarde. Después de la última comida, conviene esperar, aunque sea una hora, antes de irse a dormir. Pero si cenamos muy tarde, no podremos tomarnos ese tiempo. Así, la digestión será más difícil y el sueño quedará entrecortado.
• No comprar alimentos frescos. Seguramente, las latas de conservas tienen su atractivo. Fáciles de preparar y transportar, muchos las eligen para evitarse el trastorno de cocinar. Pero los alimentos frescos tienen muchas virtudes que no podemos encontrar en las latas. Y así también reducimos los riesgos de sufrir intoxicaciones.
• No tomar agua. Como ya lo dijimos, el agua es un elemento esencial para el verano. No olvide llevar dos botellas grandes a la playa.
He aquí, entonces, los errores que perjudican nuestra alimentación:
• Saltarse comidas: esto modifica todos los ritmos de nuestro organismo; provoca sensación de hambre en cualquier momento, y para satisfacerla apelamos a dulces o comidas rápidas, mal preparadas. Debemos tomar las cuatro comidas diarias en forma regular y organizada.
• Comer de pie. Costumbre típica del hombre urbano, que en el horario de trabajo dispone de pocos minutos para almorzar. La digestión se complica y la comida no se disfruta.
• Comer demasiado rápido. Hábito que suele acompañar al que mencionamos anteriormente. Se calcula que hay que estar comiendo como mínimo durante veinte minutos. Ese es el tiempo que nos requiere una buena masticación. Tragar la comida como un animal hambriento provoca una sensación de pesadez muy duradera.
• Comer en forma súper abundante. Los grandes banquetes, característicos en esta época del año, nos invitan a la glotonería. Pero debemos evitarla. Sólo hay que comer lo necesario, ni un bocado de más.
• Cenar muy tarde. Después de la última comida, conviene esperar, aunque sea una hora, antes de irse a dormir. Pero si cenamos muy tarde, no podremos tomarnos ese tiempo. Así, la digestión será más difícil y el sueño quedará entrecortado.
• No comprar alimentos frescos. Seguramente, las latas de conservas tienen su atractivo. Fáciles de preparar y transportar, muchos las eligen para evitarse el trastorno de cocinar. Pero los alimentos frescos tienen muchas virtudes que no podemos encontrar en las latas. Y así también reducimos los riesgos de sufrir intoxicaciones.
• No tomar agua. Como ya lo dijimos, el agua es un elemento esencial para el verano. No olvide llevar dos botellas grandes a la playa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario