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sábado, 9 de julio de 2011

Racismo y Religión en el Amor


Con respecto a las barreras raciales existen diversos grados de rigor; es más tolerable la unión de un blanco con una lejana mujer china o japonesa (la raza blanca siente, pese a su superioridad técnica, un cierto respeto por la cultura secular y el exótico «misterio» de la raza amarilla) que el matrimonio realizado entre blancos ynegros.

El problema racial, con su carga de tipo social y político, puede llegar a ser un cáncer nacional que obnubila la mente y empuja a tomar partido no sólo a los núcleos familiares a los que pertenece la pareja, directamente afectados, sino también a los círculos periféricos componentes de sus respectivos estratos sociales.

Son más repudiables, para una mentalidad racista, los lazos conyugales contraídos por una mujer blanca y un hombre de color que a la inversa (a no ser que el marido sea un fabuloso príncipe oriental, especie ya muy escasa y cuyos tres o cuatro últimos representantes están demasiado ocupados en sus caballos de carreras y en sus «romances» con estrellas de cine, para pensar en realizar una unión duradera y estable). Los colonizadores blancos conquistaron a las mujeres indígenas, considerándolo un privilegio de su raza. Pero ¡ay del hombre de color que osó mirar a una mujer blanca!

Y. sin embargo, paradójicamente, en el caso concreto Id problema racial norteamericano, la posibilidad de un matrimonio entre una mujer blanca y un hombre negro nene más viabilidad que el caso contrario, ya que también entre los discriminados negros norteamericanos la mujer sufre una doble alienación: como negra y como mujer.

¿Por qué? Porque, por regla general, el acceso a la Uni-versidad —punto de contacto humano entre la juventud, por ende, favorable a la atracción amorosa— es más fácil para el hombre negro que para su compañera de color

Por su parte las barreras religiosas —exceptuando desusados fanatismos— también tienden a desaparecer. Todas las denominaciones cristianas reconocen en sus legislaciones la realidad del matrimonio mixto, tanto entre cristianos de confesión distinta como entre una persona cristiana y una persona de otro credo o agnóstica.

Pero el problema se plantea cuando los dos contrayentes son sinceros creyentes de su religión y desean transmitir a sus hijos sus respectivas creencias. Aquí, realmente, ya no se trata de barreras exteriores, sino de convicciones íntimas que afectan a la convivencia marital y a la educación de los hijos, poniendo en peligro el precioso don de la libertad personal de los cónyuges.

Pero será, precisamente, la auténtica vivencia de su respectiva fe la que puede ayudar a estos esposos, ya que la autenticidad y sinceridad de sus creencias es un valor humano en sí mismo, que probablemente ayudará a comprender y respetar las creencias —o el agnosticismo— del otro consorte.

jueves, 7 de julio de 2011

Problemas internos de Pareja


Podría decirse que existen dos clases «tipo» de desajuste matrimonial: la desavenencia íntima, que suele ser menos evidente pero mucho más peligrosa, y el choque que es producto de las presiones ejercidas sobre el matrimonio por circunstancias ajenas a la intimidad de la pareja.

El choque íntimo se debe a las presiones que en la relación conyugal se ejercen de dentro a fuera, aun cuando a veces, por mor de las conveniencias sociales, nada de ello vislumbran los extraños.

Los distintos niveles de cultura, la desarmonía sexual, las alteraciones temperamentales, pero principalmente las diferencias de educación y de mentalidad, podrían ser especificaciones de estos conflictos latentes, dificilísimos de extirpar, ya que el germen de desunión —y, por tanto, el germen de desafección y decepción— se oculta en lo más íntimo de la pareja y afecta a la respectiva personalidad y libertad de los cónyuges.

Asimismo existe el choque matrimonial producto de la presión que el mundo circundante, externo al matrimonio en sí, ejerce sobre la pareja, actuando con su rechazo o su reprobación sobre el comportamiento íntimo de los cónyuges.

Las diferencias de raza, de religión e incluso de nacionalidad o clanes políticos adversos, son un ejemplo claro de cómo el mundo exterior puede crear —y de hecho crea— antagonismos difícilmente salvables, a no ser que los consortes posean una gran dosis de fuerza moral, un profundo amor y una perfecta identidad de fines y propósitos.

Las desigualdades de tipo íntimo (menos visibles, pero más intensas e insalvables, aunque los cónyuges pertenezcan a un mismo estrato social y económico, si no existe entre ellos armonía sexual e identidad cultural) llevan a la desunión matrimonial, aunque no se exteriorice.

Por el contrario, las desigualdades de tipo externo, mucho más espectaculares, significan unas barreras dificilísimas de romper al comienzo de la relación amorosa, pero salvado el primer momento (tal experiencia sólo pueden permitírsela personalidades muy formadas y maduras), estas mismas presiones, no menos que el desgarramiento que cada cónyuge ha tenido que sufrir para vencer ancestrales prejuicios, se convierten en fuente de auténtico amor y compenetración.

Por otra parte, estas barreras pueden llegar a desaparecer por sí solas (las debidas a nacionalismos xenófobos, por ejemplo) y la marcha de la humanidad tiende a levantarlas o a convertirlas en fácilmente franqueables.

martes, 5 de julio de 2011

La Boda para la mujer - Parte 2


De acuerdo; hemos exagerado. Este lo es intolerable. Pero es que a veces la manera más convincente de demostrar que algo está llegando a ser intolerable es exagerarlo al máximo, llevarlo hasta sus últimas consecuencias, a las más absurdas. Y el hecho de que la mujer, o de que muchas mujeres están en venta es incontrovertible. Y también intolerable. La mujer necesita al hombre, pero el hombre también necesita a la mujer, y, sin embargo, normalmente se atreve a ser él mismo, y no vive tan pendiente de gustar.

Por eso podemos llegar a la conclusión de que si bien procurar gustar es algo que honra a todo ser humano (hombre o mujer), porque es una deferencia hacia los demás y una muestra de respeto para con uno mismo, el hecho de que el gustar se convierta en una obsesión es aniquilador; despersonaliza y cosifica, o sea, arruina la personalidad y convierte a los seres humanos en cosas.

b) Las niñas tienen que ser obedientes y sumisas. Esta obediencia y sumisión, que hace unos años se llamaba modestia, se ha considerado tradicionalmente el principal adorno de la mujer. Es uno de los requisitos indispensables de la feminidad, palabra mágica cuyo principal encanto reside en que nadie sabe exactamente cómo definirla, pero que se puede expresar con un encogimiento de hombros y la sonrisa vaga y coqueta de quien está en el intríngulis. De todos modos —y dejando de lado esta espinosa cuestión (la de la feminidad)—, hay que tener presente que tampoco la docilidad y la sumisión acaban aquí. Ahondemos un poco más.

Lo más grave de estas adorables y femeninas cualidades es que llevan a la mujer a aceptar como buenas —sin atreverse ni siquiera a reconsiderarlas un momento— una serie de normas de conducta que le vienen impuestas desde la infancia y cuya principal finalidad es conseguir que se adapte plenamente a su condición de ser humano a medias, de ser humano al que no se sabe bien por qué le están sutilmente vedadas las actividades que mejor contribuyen al desarrollo de la personalidad del individuo, y a su conciencia de incidir de alguna manera en el mundo; de ser humano, en definitiva, cuya única misión consiste en hacer agradable la vida a los hombres y en perpetuar la especie, cuando lo que debiera hacer es pensar por su cuenta, discutir las normas de conducta y enfrentarse a ellas. Dejar, en resu midas cuentas, de ser sumisamente femenina para convertirse en un ser independiente que somete a crítica lo que se le inculca y que decide por sí mismo su destino.

c) El fin de toda mujer es casarse y tener hijos. Puesto que el hombre es animal social, parece lógico que viva en compañía y que se una a otro ser del sexo opuesto formando una sociedad cuyo fin sea el satisfacerse mutuamente las necesidades afectivas y sexuales y educar a los hijos. Hasta aquí muy bien. Nada que objetar. Lo que sí es criticable es el considerar que la participación social de la mujer termina así, en tan estrechos horizontes, y que fuera del matrimonio nada le incumbe, todo le es ajeno.

Este planteamiento adolece del defecto al que anteriormente nos hemos referido: la pequenez. Es una visión del mundo estrecha, limitada, mezquina. Y a quien perjudica mayormente es a la mujer, que de hecho se limita a la sociedad matrimonial, porque el hombre, mediante el trabajo, encuentra la manera de incidir en la realidad, de participar en otras sociedades y ser plenamente animal social.

d) El matrimonio colma todas las necesidades y apetitos de la mujer. Otro error. Otra pequeña idea falsa. No hay necesidad de demostrarlo. Basta ir por ahí, mirar la cara de muchas de las mujeres de más de cuarenta años y preguntarles por su matrimonio. El torrente de palabras es anonadador y tristemente ilustrativo. El descontento, el rencor, la insatisfacción y la necesidad de descargarse las impulsan a hablar, dando la impresión, en algunos casos, de que se recrean en su propia desgracia y de que encuentran en ella la respuesta adecuada a su fracaso.

Y, sin embargo, lo curioso es que sus diatribas se dirijan sistemáticamente contra el marido, como si él, y no la ideología responsable de que ellas pongan todos sus anhelos y esperanzas en el matrimonio, fuera el único culpable de la insostenible situación.

La mayoría de ellas piensan que si se hubieran casado con otro hombre..., que si él ganara más dinero..., si fuera menos egoísta..., y no ven que la causa del fracaso no es el marido sino el enfoque que ellas han dado al matrimonio al convertirlo en su única aspiración, al condenar todos sus intereses y afectos en las cuatro paredes del hogar. No se dan cuenta, en resumen, de que el verdadero responsable es la pequeña idea que ellas tienen de sí mismas y de sus necesidades, del hombre y del mundo.

domingo, 3 de julio de 2011

La Boda para la mujer - Parte 1


Parece evidente que existen dos maneras de entender el matrimonio: una femenina y otra masculina. A esta diferente concepción del matrimonio cabe atribuir la mayor parte de los problemas que ambos cónyuges se plantean, que son, en muchos casos, suficientemente graves como para destruir si no la unión en sí (extremo al que se llega difícilmente, sobre todo por presiones de índole social, en los países en que no existe divorcio), sí al menos la comunión afectiva entre los esposos y la posibilidad de dialogar.

Examinemos ahora la concepción femenina del matrimonio y veamos hasta qué punto está cargada de idealismo y falta de contacto con la realidad, y hasta qué punto, por tanto, es responsable del ulterior fracaso.

Pero para ello tendremos que partir de la educación que se da a la mujer, y de los principios que se le inculcan, principios, o, como los llamaremos en adelante, pequeñas ideas, que condicionan a la mujer hasta el extremo de impedirle —si no sabe liberarse a tiempo de su maleficio— pensar con independencia de criterio, tomar decisiones, amar libremente, y otras actividades propias del ser humano, sin las cuales resulta imposible que hombres y mujeres puedan realmente comunicarse.

A las niñas se las educa con diminutivos: que si la muñequ/ta, que si el vestidito, que si los pastel/tas, la casita... Luego vienen las monjitas o las señoritas (suplicio absurdo) y finalmente, con o sin intervención de San Antonio, la boda —LA BODA— en mayúsculas y sin diminutivo.

Pero ya es tarde; las niñas, que entre tanto se habían convertido ya en mujerezto, se han acostumbrado a las cosas pequeñas, o, mejor dicho, a las pequeñas ideas. Estas pequeñas ideas las han recibido envueltas en papeles de brillantes colores, como caramelos, y como caramelos las han engullido. Y con estas pequeñas ideas la niña, ya mujer, ha de vivir y educar a sus hijos.

¿Cuáles son y qué tienen de malo esas pequeñas ideas ?

Vayamos por partes: ¿cuáles son? ¡Oh!, pues muy corrientes. Pueden formularse, además, de muy diversas maneras, pero en esencia se reducen a las siguientes:

a) Las niñas tienen que gustar. Deben, por tanto, hacer lo posible por gustar: ir bien vestidas, bien peinadas, hacer monadas y ¿cómo no? ser un poco hipócritas, porque, desengañémonos, sin una pizquita de hipocresía es imposible complacer a todo el mundo.

Examinemos ahora la cuestión más de cerca (qué tiene de malo). Eso de gustar, que parece tan inofensivo, se convierte en fuente de prohibiciones —no ensuciarse, no despeinarse, no moverse bruscamente...— y, en la escuela, en falta de espontaneidad —sonreír cuando no se tienen ganas, saludar a unos amigos de mamá que son pesadísimos, decir «no, gracias, ya he merendado» cuando una se muere por comer unas cuantas galletitas con cualquier tontería.

¿Sólo eso? No, sólo eso, no. Sigamos.Enlace

La niña, que va reprimiendo sus tendencias a manifestarse tal cual es —por gustar, por complacer—, se va convirtiendo cada vez más en producto, en objeto. Y como la competencia es realmente agobiante —abundan las mujeres aún más que los detergentes— la cosificación (o sea, el hecho de convertirse en cosa) llega a extremos inconcebibles. A veces a uno le da por pensar que a ciertas mujeres no les falta más que regalar puntos para la vuelta al mundo de dos personas, o boletos para el sorteo de un seiscientos.

¿Y el hombre ? El hombre, como es lógico, no sabe por dónde anda. Se pierde en el laberinto de las minifaldas, de los ojos sombreados por largas pestañas (postizas o no), de los graciosos movimientos insinuantes, y, a la hora de comprar (casarse) puede que esté tan aturdido que se queda con lo que menos se ajuste a su manera de ser y a sus necesidades.

viernes, 1 de julio de 2011

Desigualdades y rupturas de Matrimonio


LAS DESIGUALDADES CONYUGALES
El matrimonio es un «estado» y un continuo proyecto a realizar conjuntamente por dos seres humanos de diferente sexo. En la pareja humana que se ama de verdad no puede ocurrir como entre los animales.

Éstos, en determinado momento dan y reciben corporalmente para después seguir cada uno su camino, sin volver a encontrarse jamás, excepto en algunas especies en las que el macho y la hembra conviven un tiempo juntos para cuidar a sus crías.

No. La pareja humana está formada por dos seres que, además de estar unidos sexualmente, tienen por delante un camino que recorrer. Un camino que recorrerán juntos y durante el cual, juntos, irán creando vida y amor. Es una entrega sin reservas, es un darse para siempre: este camino es la gran aventura de los cónyuges, ya que su mutua entrega compromete hasta la médula la realidad íntima de cada uno de ellos.

Todo hombre o mujer perteneciente a nuestra moderna civilización siente, al unirse a su pareja, el deseo y la ambición de alcanzar juntos un porvenir común. Sean cuales fueren sus creencias, la pareja humana que se une para formar un hogar realiza un acto volitivo de continuidad y de permanencia.

MATRIMONIOS ROTOS
Desgraciadamente, son muchos los casos en los que estos deseos resultan fallidos y la pareja rompe su unión con los consiguientes traumas sentimentales, familiares y sociales. Sin necesidad de grandes y extraordinarios dramas, el cotidiano acontecer de la vida se encarga, en numerosas ocasiones, de reducir a la nada aquel impulso sagrado que empujó un día a un hombre y a una mujer a hacerse mutua entrega de sí mismos.

Las causas que pueden acabar con un matrimonio son innumerables e incalificables, ya que un mismo hecho puede ser motivo de desavenencia en una pareja, mientras puede significar un auténtico lazo de unión para otra (como ocurre, por ejemplo, con los problemas o graves disgustos causados por los hijos, o con la obtención de un brillante nivel económico).

Pero es indudable que el germen de un matrimonio fallido se encuentra siempre en la inadecuada elección de la pareja. Se realizan matrimonios cuya desigualdad entre ambos cónyuges es tan notoria que, con grandes probabilidades de acierto, se puede predecir que dicho matrimonio está abocado al fracaso.

jueves, 30 de junio de 2011

Cuidado del Cabello - obsesion también masculina


Ya sea por su presencia o por su alarmante -y resignada- ausencia, la importancia del pelo dentro del esquema corporal del varón ha crecido hasta hacerse tanto o más vital que para las mujeres. Y hoy es posible, entre otras cosas cuidarlo, curarlo, reponerlo, cortarlo, teñirlo y, por supuesto, peinarlo.

El primer paso para el cuidado del cabello es el correcto lavado. Y por correcto no sólo nos referimos a una cuestión de limpieza: el moderno lavado puede servir para acondicionar, restaurar y hasta curar un cuero cabelludo que no goza de buena salud.

Aunque suene exagerado, los dermatólogos recomiendan -aun para las personas que no evidencien tener problemas capilares- realizar una precisa evaluación del tipo de cabello y de las características del cuero cabelludo. Esto, entre otras cosas, permite determinar exactamente cuál es el champú más conveniente para su tipo de cabello.

De esta manera, la cotidiana acción del lavado se transforma en un verdadero tratamiento preventivo-curativo de los problemas capilares. Y atención, que no se trata de un tema para despreocuparse: cerca del 60% de los varones cumplen sus 30 años con algún tipo de problema capilar (desde la antiestética caspa hasta la calvicie total); y hoy, la mayoría de esos problemas puede evitarse.

El champú para hombres ofrece un increíble número de variedades. A continuación, le describimos algunos:

EnlaceFormulación normal: recomendada para cabellos absolutamente sanos;

Champúes tratantes: para controlar la seborrea, la caspa, la excesiva sequedad o el resquebrajamiento;

Fortalecedores del bulbo capilar: cuya acción se basa, principalmente, en que se encuentran adicionados con vitaminas y ácido pantoténico;

Aumentadores de volumen: que gracias a la inclusión de distintos tipos de proteínas, hacen que un cabello débil e invisible luzca como uno grueso y saludable: Con color: son aquellos que después de 15 días dejan el pelo del color que usted ha elegido.

Pero, como no podía ser de otra manera, el cuidado del cabello masculino no sólo pasa por un lavado terapéutico sino que, por el contrario, podríamos decir que la cosa recién comienza en ese momento.

Existen una gran variedad de productos que sirven para mantener la vitalidad y salud del pelo y que pueden ser usados en todo momento.

Geles tónicos: cumplen doble función, actuando como soporte del peinado y cubriendo cada uno de los cabellos con una película proteica que fortalece el cabello hasta el próximo lavado. Mousses postlavado: con los cuales se puede desde acondicionar el cabello (con vitaminas, proteínas, etc.) hasta realizar un plan de tintura progresiva.

Fijadores: mucho tiempo ha pasado desde que el fijador era el único sistema a través del cual el peinado podía durar un día completo. Hoy, aunque éste no ha perdido vigencia, existen otros productos que permiten mantener en cualquier punto las características del pelo: desde la fijación absoluta.

miércoles, 29 de junio de 2011

Cirugía estética


Muy lejos quedaron los tiempos en los que la cirugía estética era un procedimiento engorroso, doloroso, y que no siempre brindaba los resultados esperados. A la hora de cambiar la imagen, y si de resultados espectaculares se trata, la cirugía plástica en la actualidad ofrece resultados asombrosos, con una arráyente combinación de eficacia, seguridad y costos reducidos.

¡Ah!... y además no duele. El hombre de hoy recurre al cirujano plástico casi en mayor proporción que las mujeres, y los motivos son muy variados, pero todos con un común denominador, la diferencia entre el antes y el después del paso por el quirófano, es espectacular. Las intervenciones que más frecuentemente se realizan los varones son:

Ginecomastía: elimina el agrandamiento anormal de una o las dos tetillas que suele producirse en los varones que adelgazaron muchos kilos, o bien en aquéllos, generalmente mayores de 50, en los que un desequilibrio hormonal también suele producir el mismo problema. Se trata de una sencilla intervención de menos de una hora, que permite una
reinserción laboral a los dos días de realizada, y la completa desaparición de rastros quirúrgicos a los 15 días.

Adiposidades abdominales localizadas: los clásicos rollos, rebeldes aún ante los más rigurosos ejercicios, desaparecen de manera espectacular mediante un sencillo procedimiento conocido como lipoescultura, muchísimo menos agresivo para el organismo que su antecesora, la liposucción. Los rollos extraídos no vuelven a aparecer, ya que el tejido adiposo eliminado es posteriormente reemplazado en el organismo
por otro, de tipo fibroso. De acuerdo a cada caso en particular, el tratamiento no lleva más de dos horas de intervención, no requiere internación, y permite la reinserción laboral a los cinco o seis días.

Lifting, párpados y papada: el tercer lugar en la preferencia de los varones está ocupado por las cirugías faciales. La reabsorción total del tejido trabajado toma de 30 a 60 días, aunque a los pocos de realizada la intervención, ya se puede volver a las actividades cotidianas, con un pequeño aposito sobre la zona de la operación.

lunes, 27 de junio de 2011

Sexualidad - Diferencias entre hombres y mujeres


Ya sabemos que no solamente las hormona deciden cuál será la reacción sexual de hombres y mujeres en materia amatoria. En el libro titulado "El erotismo", un afamado sociólogo italiano llamado Francesco Alberoni intenta explicar estas distancias conductuales entre los dos sexos a la hora del amor.

El especialista analiza las diferentes formas de concebir el erotismo para hombres y mujeres: ellos se excitan con los cuerpos desnudos y en acción. Imaginan a las mujeres como seres poseídos por el sexo, desesperadas por arrojarse sobre ellos para amarlos.

Las piensan como con los mismos impulsos que los propios hombres. "La pornografía masculina elimina la resistencia femenina, la necesidad del galanteo, la súplica femenina de amor", dice Alberoni. Como explicamos anteriormente, cuando el hombre eyacula y su deseo decae abruptamente, es común que a los pocos segundos quiera estar vestido y en otro lado. Si bien esto tiene sus matices, este tema suele afectar a las mujeres: ellas viven esta conducta como rechazo y desinterés, y esto no es así, ya que es el organismo quien produce esta actitud en los hombres.

Ahora bien, la pregunta es cómo conciben ellas el erotismo. Alberoni dice que hay cuestiones culturales que las relegan a un segundo plano: el de la pasividad. Es por ello que deben estar a la expectativa de que los hombres se acerquen para seducirlas. Sin embargo, las tendencias liberadoras de los últimos años han logrado revertir parcialmente esta situación, aunque esta costumbre social aún es muy poderosa y condicionante.

En lo social podemos hallar más de una diferencia entre varones y mujeres:

La mujer necesita una continuidad sexual, a diferencia del hombre que se caracteriza por lo discontinuo. Ellas desean ser amadas y gustadas de manera permanente y duradera. Los hombres, en cambio, experimentan emociones distintas, que no los obligan a mantener estas relaciones continuas con las mujeres.

Esto también se explica ciesde lo fisiológico. Para ellas, muchas veces la relación sexual es sólo un medio para lograr la atracción afectiva. En cambio, para ellos puede significar el fin en sí mismo. La mujer busca amor, continuidad y placer (traducido en las caricias), mientras que el hombre sólo parece preocuparse por satisfacerse sexualmente (busca la penetración).

• Ellos se sienten atraídos por las formas, por la belleza y por el encanto. A ellas, en cambio, n les atrae tanto lo externo como lo interior. Milán Kundera decía que "Las mujeres no buscan a los hombres hermosos. Las mujeres buscan a los hombres que han tenido mujeres hermosas".

sábado, 25 de junio de 2011

Belleza Masculina


Como ya dijimos, muy lejos han quedado los tiempos en que los varones sólo compraban crema de afeitar, colonia y desodorante (éste último muchas veces reemplazado por el jabón común). La cosmética de hoy ha descubierto que los hombres pueden ser una parte muy interesante de su negocio, y hacia él han apuntado sus estrategias de marketing. Pero la cosa no acaba con los productos a través de los cuales los hombres mejoran (de manera significativa su apariencia general.

También, debemos destacar los distintos tratamientos que hacen que los varoñes se sientan verdaderamente bien.

Gimnasios: concurrir a un gimnasio ya dejó de ser una obligación o una rutina. Hoy es un verdadero placer en medio de un ambiente muy agradable, donde el hombre sólo debe dejar que profesionales de distintas disciplinas evalúen qué tipo de aparatos debe usar y con qué frecuencia. En poco tiempo se pueden modificar, de manera asombrosa, todas aquellas cosas que los cosméticos no pueden cambiar.

Dietas: el hombre que antes lucía su panza despreocupadamente, hoy lo hace con culpa y hasta un poco de vergüenza. La gordura del vientre -la más común entre varones- trae problemas graves como diabetes, hipertensión y ateroesclerosis. Y el hombre ha tomado conciencia de ello, por lo que el cuidado del cuerpo se ha transformado en una verdadera obsesión para algunos. Quizás, por este motivo, nunca como ahora cualquier hombre puede concurrir a un centro de nutrición y recibir, en pocos minutos, un elaborado programa de alimentación que contemple con exactitud su trabajo habitual, la cantidad de tiempo que dedica al ejercicio y sus hábitos alimenticios. Sin demasiados sacrificios, quien concurra a estos lugares sabrá con exactitud qué y cómo deberá comer para que en poco tiempo su imagen se aproxime más al ideal deseado.

Baños de vapor: que el relax transforma el rostro no es ninguna novedad. Hoy, en la mayoría de los gimnasios es posible disfrutar de un baño sauna, turco o finlandés. La acción de estos baños es tan amplia como beneficiosa, ya que inducen un efecto antitóxico a través del aumento del sudor, realizan una profunda e incomparable limpieza de la piel y proporcionan una increíble sensación de relajación y bienestar general. Estos baños preparan de manera ideal a la piel para la aplicación de cualquiera de los productos que hemos mencionado en este artículo. Frecuencia recomendada: 2 o más veces por semana.

Cama solar: tomada con absoluta moderación y bajo el control de un dermatólogo, el baño de rayos ultravioletas es un recurso efectivo para eliminar de la piel la palidez excesiva, nacida de horas y horas bajo los tubos fluorescen-. tes de la oficina. 5 sesiones de 15 minutos primero; y luego, una más semanal para mantenimiento, serán más que suficientes para que nuestra piel luzca un aspecto saludable. Por otra parte, la radiación ultravioleta induce en nuestro cuerpo la producción de vitamina D, necesaria para el organismo

martes, 21 de junio de 2011

Aguas refrescantes


Las lociones o tónicos son para el rostro lo que ei rocío a las flores: una bruma delicada que acaricia la piel para cuidar su equilibrio. Uno de los elementos más importantes para cuidar la piel del rostro son las lociones. Muchas personas no dejan de asear su cara todas las noches: utilizan leches o geles limpiadores y luego nutren su piel con crema. Pero, ¿es éste el camino correcto?

No. Falta un detalle: aplicar una loción refrescante, un tónico suave que hidrate su piel. La mayoría de las mujeres pasan por alto este paso imprescindible no sólo al demaquillarse por la noche, sino también como primer tratamiento matinal.

Sin alcohol, por supuesto (para no irritar la piel), el tónico elimina de la epidermis las impurezas y la secreciones cutáneas producidas durante la noche, cierra ¡os poros, tonifica, refresca y produce una sensación de limpieza total.

Su piel, al igual que el resto de su cuerpo, puede padecer de sed. Para que no sufra, requiere ser hidratada y vivificada. El agua es naturalmente refrescante, pero cuando está enriquecida con vitaminas -como por ejemplo la provitamina B5-, principios hidratantes naturales, extractos de flores y de frutas, se transforma en una loción: un agua de frescura y de cuidado.

Aplicada sola en cualquier momento del día, disipa el rubor del rostro y refresca la sien y la nuca. También cumple una función relajante al aplicarla en muñecas o en la parte posterior de codos y rodillas, por ejemplo.

La pregunta que muchos se formulan es si alcanza un frasco de leche limpiadora por cada uno de loción. Todas las mujeres ío saben bien: se necesitan dos veces más las lociones que la leche demaquillante. Ante todo para eliminar bien la leche, que cumple la función de un jabón, pero también para cuidar la piel después de aseada.

En efecto, las lociones pueden contribuir, según el caso, a hidratar las pieles sensibles y a reequlllbrar las mixtas o grasas; las informaciones figuran siempre en los mismos frascos. Por lo general, están Indicadas para todo tipo de cutis y para todas las edades. Esperando que los fabricantes nos ofrezcan formatos adaptados a cada una de nuestras necesidades, lo mejor es tomar como hábito comprar dos frascos de loción por cada uno de leche de-maquillante.

Usted consumirá menos rápido
sus frascos si humldiflca y escurre los tapones de algodón antes de impregnarlos con la loción.

Transvase su loción a un pequeño vaporizador: éste logrará brindarle una sensación de mayor frescura.

¿Manos húmedas? Frótelas una contra otra con un poco de loción.

Para fluidificar ligeramente una tintura espesa, agregue una o dos gotas de loción en la palma de su mano.

• Cuando sus ojos estén hinchados, lave su cara con agua caliente y luego aplique compresas embebidas de loción de rosas durante quince minutos.

Si usted es adicto a los lavados con agua y jabón, enjuague y seque su rostro, luego pase un poco de algodón Impregnado en loción, con el objeto de compensar los efectos desecantes del jabón.