LAS DESIGUALDADES CONYUGALES
El matrimonio es un «estado» y un continuo proyecto a realizar conjuntamente por dos seres humanos de diferente sexo. En la pareja humana que se ama de verdad no puede ocurrir como entre los animales.
Éstos, en determinado momento dan y reciben corporalmente para después seguir cada uno su camino, sin volver a encontrarse jamás, excepto en algunas especies en las que el macho y la hembra conviven un tiempo juntos para cuidar a sus crías.
No. La pareja humana está formada por dos seres que, además de estar unidos sexualmente, tienen por delante un camino que recorrer. Un camino que recorrerán juntos y durante el cual, juntos, irán creando vida y amor. Es una entrega sin reservas, es un darse para siempre: este camino es la gran aventura de los cónyuges, ya que su mutua entrega compromete hasta la médula la realidad íntima de cada uno de ellos.
Todo hombre o mujer perteneciente a nuestra moderna civilización siente, al unirse a su pareja, el deseo y la ambición de alcanzar juntos un porvenir común. Sean cuales fueren sus creencias, la pareja humana que se une para formar un hogar realiza un acto volitivo de continuidad y de permanencia.
MATRIMONIOS ROTOS
Desgraciadamente, son muchos los casos en los que estos deseos resultan fallidos y la pareja rompe su unión con los consiguientes traumas sentimentales, familiares y sociales. Sin necesidad de grandes y extraordinarios dramas, el cotidiano acontecer de la vida se encarga, en numerosas ocasiones, de reducir a la nada aquel impulso sagrado que empujó un día a un hombre y a una mujer a hacerse mutua entrega de sí mismos.
Las causas que pueden acabar con un matrimonio son innumerables e incalificables, ya que un mismo hecho puede ser motivo de desavenencia en una pareja, mientras puede significar un auténtico lazo de unión para otra (como ocurre, por ejemplo, con los problemas o graves disgustos causados por los hijos, o con la obtención de un brillante nivel económico).
Pero es indudable que el germen de un matrimonio fallido se encuentra siempre en la inadecuada elección de la pareja. Se realizan matrimonios cuya desigualdad entre ambos cónyuges es tan notoria que, con grandes probabilidades de acierto, se puede predecir que dicho matrimonio está abocado al fracaso.
El matrimonio es un «estado» y un continuo proyecto a realizar conjuntamente por dos seres humanos de diferente sexo. En la pareja humana que se ama de verdad no puede ocurrir como entre los animales.
Éstos, en determinado momento dan y reciben corporalmente para después seguir cada uno su camino, sin volver a encontrarse jamás, excepto en algunas especies en las que el macho y la hembra conviven un tiempo juntos para cuidar a sus crías.
No. La pareja humana está formada por dos seres que, además de estar unidos sexualmente, tienen por delante un camino que recorrer. Un camino que recorrerán juntos y durante el cual, juntos, irán creando vida y amor. Es una entrega sin reservas, es un darse para siempre: este camino es la gran aventura de los cónyuges, ya que su mutua entrega compromete hasta la médula la realidad íntima de cada uno de ellos.
Todo hombre o mujer perteneciente a nuestra moderna civilización siente, al unirse a su pareja, el deseo y la ambición de alcanzar juntos un porvenir común. Sean cuales fueren sus creencias, la pareja humana que se une para formar un hogar realiza un acto volitivo de continuidad y de permanencia.
MATRIMONIOS ROTOS
Desgraciadamente, son muchos los casos en los que estos deseos resultan fallidos y la pareja rompe su unión con los consiguientes traumas sentimentales, familiares y sociales. Sin necesidad de grandes y extraordinarios dramas, el cotidiano acontecer de la vida se encarga, en numerosas ocasiones, de reducir a la nada aquel impulso sagrado que empujó un día a un hombre y a una mujer a hacerse mutua entrega de sí mismos.
Las causas que pueden acabar con un matrimonio son innumerables e incalificables, ya que un mismo hecho puede ser motivo de desavenencia en una pareja, mientras puede significar un auténtico lazo de unión para otra (como ocurre, por ejemplo, con los problemas o graves disgustos causados por los hijos, o con la obtención de un brillante nivel económico).
Pero es indudable que el germen de un matrimonio fallido se encuentra siempre en la inadecuada elección de la pareja. Se realizan matrimonios cuya desigualdad entre ambos cónyuges es tan notoria que, con grandes probabilidades de acierto, se puede predecir que dicho matrimonio está abocado al fracaso.
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