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domingo, 10 de julio de 2011

La Educación Sexual


Ni el hombre ni la mujer son educados sexualmente en nuestro país; esto es un hecho incontrovertible.

Sin embargo, existe la costumbre de pensar que el hombre ya sabe lo suficiente, con lo cual la mujer se casa confiada, sin preocuparse lo más mínimo de este problema.

Sólo más tarde empieza a considerar que algo no marcha del todo bien, que ella no se siente satisfecha, y como ahora ya no está tan de moda decir que la mujer no tiene por qué sentir placer durante el acto sexual, comienza a impacientarse, a hablar de estos asuntos con sus amigas, y a hacerle algunos reproches a su marido.

Pero lo que ni le pasa por la cabeza es considerar que el marido, cuando ambos se casaron, era tan ignorante como ella misma. ¿De dónde deberá provenirle la ciencia ? En los países en que las mujeres decentes son tan decentes, la única ocasión que tiene un hombre de realizar experiencias sexuales es frecuentando alguna prostituta, y como es lógico no es ésta la mejor escuela del amor.

Lo cierto es que, en la mayoría de los casos, el hombre lo ignora todo de la mujer, y por este motivo, no por mala fe, obra a menudo con gran torpeza, dejándola casi siempre sumida en una gran tensión nerviosa.

¿Qué debe hacer la mujer en estos casos ? Pues bien, educar al marido, ya lo hemos dicho. Pero claro, antes de educar al marido necesita educarse a sí misma. ¿Y cómo Otra solución puede ser decirle al marido: «Acabo de leer un libro muy interesante acerca de la vida sexual», y dejarlo descuidadamente a su alcance. Sería sorprendente que no se le ocurriera ojearlo.

Finalmente una última consideración: es necesario darle a este problema toda la importancia que tiene. Hasta ahora se ha considerado tema tabú y ello ha sido la causa de la infelicidad de muchas mujeres. Es hora, pues, de que se preocupen de él, y, sobre todo, que tengan presente que sin una vida sexual satisfactoria no pueden sentirse colmadas, y que de su infelicidad van a hacer partícipes, aún sin proponérselo, a sus maridos y a sus hijos, ya que si no están contentas les será muy difícil reprimir sus accesos de mal humor y disimular su tristeza.

La resignación, tan aconsejada hasta hace poco, es ineficaz, pues, aunque la mujer conscientemente quiera ignorarla, la depresión subsiste y acaba por salir a flote y por repercutir en el bienestar de toda la familia.

Por ella misma y por los suyos, la mujer consciente no puede seguir sumida en la ignorancia ni permitir que su marido desconozca la importancia de la vida sexual y su íntima relación con la vida afectiva.

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