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sábado, 17 de septiembre de 2011

Higiene de la Mujer


Siempre que se hable de higiene será importante tener en cuenta que no se refiere simplemente al aseo corporal de la persona, sino que tiene como principal objetivo la conservación y mejoramiento de la salud individual y colectiva.

La higiene del hombre se refiere tanto a las actitudes que favorecen una mejor conservación física de su organismo como a los procesos que mejoran sus relaciones colectivas. En el tema concreto que nos ocupa, las medidas higiénicas tienden a mejorar espiritual y físicamente la relación sexual.

El aseo personal del varón merece una atención especial en lo concerniente a cierta particularidad de su aparato genital, constituido por la piel que rodea y cubre el glande. Este repliegue de la epidermis, llamado prepucio, puede normalmente retraerse dejando al descubierto el glande. Se comprenderá que para que esto sea posible, el diámetro del orificio del prepucio ha de ser ligeramente mayor que el diámetro del glande.

Cuando ello no ocurre, el prepucio no puede deslizarse, impidiéndose así que el glande quede al descubierto. Esta anomalía no supone malformación congénita alguna y recibe el nombre técnico de fimosis. Se presenta con bastante frecuencia, y la forma de corregirla es un tratamiento quirúrgico que consiste en la ampliación o exéresis del prepucio.

Algo semejante es la llamada parafimosis. En este caso, el orificio del prepucio es suficientemente amplio para permitir el deslizamiento del glande en estado flácido, pero no así cuando el pene entra en erección y se torna tenso. Si en el momento de ocurrir la erección del glande éste se encontraba al descubierto, el prepucio puede impedir y estrangular el reflujo de sangre en este órgano, pudiendo ocasionarse, por tanto, lesiones en esta parte del pene debido a estancamiento y falta de circulación de la sangre. Esta alteración tiene la misma importancia y significado que la fimosis y su solución es igualmente quirúrgica.

La operación de fimosis o parafimosis puede efectuarse en cualquier momento de la vida del hombre. Sin embargo, hay quien aconseja que se practique en la infancia, pasados los seis años de edad y antes de llegar a la pubertad.