Se hace evidente, ahora, la particular significación que estos procesos psíquicos adquieren con respecto al mundo del arte en general, y especialmente al arte que se manifiesta como espectáculo.
El arte, al dirigirse a los sentimientos en forma más o menos directa, gracias a su carácter de comunicación sensible y gracias a su variedad de representaciones, constituye un terreno ideal para las más variadas posibilidades de identificación por parte de los espectadores o admiradores, permitiendo la consiguiente catarsis.
Naturalmente, el arte no es el único terreno propicio para la identificación, porque cierta clase de instintos o conflictos reprimidos encuentran posibilidades de descarga más eficaz e inmediata ante otro tipo de manifestaciones.
Es el caso, por ejemplo, de ciertos espectáculos deportivos, que dan lugar a verdaderos fenómenos colectivos de identificación (se dice «mi» equipo de fútbol, etc.) con la consiguiente catarsis de envidias, odios, y, en general, sentimientos de violencia de una pugna o torneo. Cualquiera puede hallar otros ejemplos adecuados en las costumbres actuales.
El arte, al dirigirse a los sentimientos en forma más o menos directa, gracias a su carácter de comunicación sensible y gracias a su variedad de representaciones, constituye un terreno ideal para las más variadas posibilidades de identificación por parte de los espectadores o admiradores, permitiendo la consiguiente catarsis.
Naturalmente, el arte no es el único terreno propicio para la identificación, porque cierta clase de instintos o conflictos reprimidos encuentran posibilidades de descarga más eficaz e inmediata ante otro tipo de manifestaciones.
Es el caso, por ejemplo, de ciertos espectáculos deportivos, que dan lugar a verdaderos fenómenos colectivos de identificación (se dice «mi» equipo de fútbol, etc.) con la consiguiente catarsis de envidias, odios, y, en general, sentimientos de violencia de una pugna o torneo. Cualquiera puede hallar otros ejemplos adecuados en las costumbres actuales.