La predisposición psicológica es tan importante para la relación sexual, que se puede afirmar que no es posible llegar a una relación sexual sana si no se participa en ella positivamente, es decir, con un estado de ánimo favorable.
En primer lugar es necesario que exista entre los dos miembros de la pareja un conocimiento y una confianza recíprocos, aun cuando esta confianza puede verse dificultada, por ejemplo, si para aquel hombre o aquella mujer el acto sexual o la simple desnudez representa un hecho vergonzoso. La vergüenza es el principal causante de que, en la mayoría de los casos, las primeras relaciones sexuales no se realicen normalmente. Es una vergüenza absurda por no tener una base real, pero es experimentada por muchas parejas, dando lugar a que la relación sexual no llegue a su plena culminación; pasado un período más o menos corto de tiempo, lo normal es que se superen tales sentimientos.
Otro factor importante que entra en juego en este tipo de relaciones, es la tranquilidad de ánimo con que se llegue a su realización. Cualquier hecho o factor que sea capaz de motivar una tensión nerviosa obstaculiza el apaciguamiento mental, condición necesaria para la entrega mutua entre hombre y mujer, entrega cuyo fin es alcanzar los placeres físicos y espirituales de una sexualidad bien entendida.
Se comprenderá fácilmente la gravedad de las dificultades que deberá soportar una pareja cuando ambos miembros, o uno de ellos, no acepten (o no deseen) los placeres sexuales. Este hecho se da más frecuentemente en la mujer, quien a menudo no admite una completa entrega al disfrute sexual por causas extrínsecas a ella. El rechazo, agravado por el hecho de que la morfología del aparato genital femenino permite la relación aunque no haya deseo, motiva gran parte de las frigideces femeninas.
Las primeras relaciones sexuales están casi siempre dificultadas por la serie de tensiones emocionales que hemos visto, tensiones que, en general, se manifiestan como vergüenza a la desnudez y rechazo de lo sexual. Estos fenómenos, sin embargo, quedan eliminados una vez transcurrido el tiempo necesario para que la pareja se relacione íntimamente, logrando, tanto el hombre como la mujer, una predisposición adecuada para el disfrute espiritual y físico del sexo.
En primer lugar es necesario que exista entre los dos miembros de la pareja un conocimiento y una confianza recíprocos, aun cuando esta confianza puede verse dificultada, por ejemplo, si para aquel hombre o aquella mujer el acto sexual o la simple desnudez representa un hecho vergonzoso. La vergüenza es el principal causante de que, en la mayoría de los casos, las primeras relaciones sexuales no se realicen normalmente. Es una vergüenza absurda por no tener una base real, pero es experimentada por muchas parejas, dando lugar a que la relación sexual no llegue a su plena culminación; pasado un período más o menos corto de tiempo, lo normal es que se superen tales sentimientos.
Otro factor importante que entra en juego en este tipo de relaciones, es la tranquilidad de ánimo con que se llegue a su realización. Cualquier hecho o factor que sea capaz de motivar una tensión nerviosa obstaculiza el apaciguamiento mental, condición necesaria para la entrega mutua entre hombre y mujer, entrega cuyo fin es alcanzar los placeres físicos y espirituales de una sexualidad bien entendida.
Se comprenderá fácilmente la gravedad de las dificultades que deberá soportar una pareja cuando ambos miembros, o uno de ellos, no acepten (o no deseen) los placeres sexuales. Este hecho se da más frecuentemente en la mujer, quien a menudo no admite una completa entrega al disfrute sexual por causas extrínsecas a ella. El rechazo, agravado por el hecho de que la morfología del aparato genital femenino permite la relación aunque no haya deseo, motiva gran parte de las frigideces femeninas.
Las primeras relaciones sexuales están casi siempre dificultadas por la serie de tensiones emocionales que hemos visto, tensiones que, en general, se manifiestan como vergüenza a la desnudez y rechazo de lo sexual. Estos fenómenos, sin embargo, quedan eliminados una vez transcurrido el tiempo necesario para que la pareja se relacione íntimamente, logrando, tanto el hombre como la mujer, una predisposición adecuada para el disfrute espiritual y físico del sexo.