El ritual diario de quitarse el
maquillaje y barrer las impurezas, puntos negros y espinillas se ha transformado en uno de los axiomas básicos para conseguir una piel bien suave, tersa, más luminosa y el paso preliminar para cualquier
tratamiento de belleza específico. Se sabe que la contaminación ambiental, típica de las grandes ciudades, junto con el efecto nocivo del sol y la acción de las glándulas sebáceas, se comportan como aliados explosivos contra el cuidado de la piel. Pero, no basta con usar de vez en cuando cualquier jabón facial o de elegir una crema al azar.
El tipo de piel, el ritmo y la calidad de vida, la edad y las características del clima se ponen en juego a la hora de idear el plan de acción contra los residuos que arruinan la
apariencia del cutis.
En realidad, el propósito de mantener la piel limpia no es para nada nuevo. El primer registro conocido sobre el uso de sustancias con este fin se remonta a 4000 años atrás. El mérito se le atribuye a un pueblo ubicado en el actual territorio de Turquía, cuyos habitantes comenzaron a utilizar una planta acuática para cumplir con esta misión.
Los fenicios, en cambio, alrededor del 600 a. de C. idearon una especie de jabón, más parecido a lo que se conoce actualmente, a base de agua y potasio. A partir de allí, se han lanzado una gran cantidad de fórmulas novedosas o mejoradas con un objetivo idéntico: contribuir a
la belleza de la piel.
Hoy, el mercado de la cosmética ofrece una extensa cantidad de productos de limpieza facial en distintas presentaciones, pensados según las exigencias y necesidades de cada tipo de piel. Por eso, resulta fundamental elegir el más apropiado para cada una. La utilización de los productos equivocados puede agravar la situación o provocar el llamado acné
cosmético.
Por ejemplo, uno de los errores más comunes entre los adolescentes o las mujeres con piel de tendencia oleosa, es elegir una crema demasiado rica en sustancias grasas. Otro "engaño" bastante común es exagerar con el uso de exfoliantes o productos con efecto peeling, como las cremas de microgránulos, los alfa-hidroxiácidos u otros ácidos que producen la descamación de la piel.
"Los tratamientos demasiado abrasivos pueden provocar un efecto rebote contrario al buscado. En una piel grasa, al querer controlar las glándulas sebáceas, éstas incrementan su función. Lo mismo ocurre con el cutis seco. Para lograr una mejor nutrición deben utilizarse principios activos acuosos y no en base a aceites", explica la cosmiatra
Marta Barg. Por eso, si tiene alguna duda, lo mejor es pedir asesoramiento a una experta.