La actitud de desprecio total y el rechazo absoluto que adoptan los hombres ante las mujeres que han cedido al amor y se han mostrado generosas de su cuerpo —actitud que es consecuencia de una herencia cultural multisecular—, condiciona aún más a las mujeres a mostrarse inflexibles, y, en muchos casos, incluso las induce a rechazar manifestaciones de afecto que ellas pueden considerar pecaminosas o peligrosas en el sentido de que pudieran inducirlas a cometer actos «de los que luego tengan que arrepentirse».
Esta contención, sobre todo en los casos en los que el noviazgo, casi siempre por razones económicas, debe prolongarse excesivamente, acaba por sumir a ambos novios en una especie de frigidez afectiva y sexual que luego ha de dificultar gravemente la convivencia entre ambos.
Por una parte, el marido se siente orgulloso de su «caballerosidad», y, por otra, se nota inseguro. Tiene miedo de que su «gesto» no sea bien interpretado, de que ella lo comente con alguien, o de que ocurra cualquier otro hecho que ponga en entredicho su reputación de «hombre». Puede suceder también que la haga responsable a ella («esa tonta») de su abstención, porque con su comportamiento no ha hecho más que dificultar las cosas.
Ella, por su parte, sentirá también un alivio momentáneo. Sin embargo, su angustia no desaparecerá del todo. Se dormirá sabiendo que «aquello» simplemente se ha retrasado, pero que más tarde o más temprano tendrá que «soportarlo». Eso si no se le ocurre pensar, como sucede algunas veces, que su marido es impotente, homosexual, o, lo que se da con más frecuencia, que no la quiere.
Si los jóvenes recibieran una educación sexual adecuada, y si durante el noviazgo no hubieran de reprimir tanto los impulsos espontáneos que tienden a fortalecer los lazos afectivos que los unen, la «noche de bodas» no plantearía ningún problema a ninguno de los esposos, ya que estarían preparados tanto física como psíquicamente para ella, y el hecho de empezar su nueva vida en común no se convertiría en un trauma, sino que sería la feliz culminación de todo un proceso de conocimiento y estimación mutuas.
La causa del problema, el no saber cómo comportarse, estriba en la falta de educación sexual y en la índole de las relaciones prematrimoniales. En otras circunstancias el problema no existiría. Quede claro : en otras circunstancias. En la actualidad existe y es causa de malentendidos que a veces pueden tener consecuencias extraordinariamente importantes. Atengámonos, pues, a las actuales circunstancias y veamos cuál es la mejor manera de hacer frente a la situación.
Esta contención, sobre todo en los casos en los que el noviazgo, casi siempre por razones económicas, debe prolongarse excesivamente, acaba por sumir a ambos novios en una especie de frigidez afectiva y sexual que luego ha de dificultar gravemente la convivencia entre ambos.
Por una parte, el marido se siente orgulloso de su «caballerosidad», y, por otra, se nota inseguro. Tiene miedo de que su «gesto» no sea bien interpretado, de que ella lo comente con alguien, o de que ocurra cualquier otro hecho que ponga en entredicho su reputación de «hombre». Puede suceder también que la haga responsable a ella («esa tonta») de su abstención, porque con su comportamiento no ha hecho más que dificultar las cosas.
Ella, por su parte, sentirá también un alivio momentáneo. Sin embargo, su angustia no desaparecerá del todo. Se dormirá sabiendo que «aquello» simplemente se ha retrasado, pero que más tarde o más temprano tendrá que «soportarlo». Eso si no se le ocurre pensar, como sucede algunas veces, que su marido es impotente, homosexual, o, lo que se da con más frecuencia, que no la quiere.
Si los jóvenes recibieran una educación sexual adecuada, y si durante el noviazgo no hubieran de reprimir tanto los impulsos espontáneos que tienden a fortalecer los lazos afectivos que los unen, la «noche de bodas» no plantearía ningún problema a ninguno de los esposos, ya que estarían preparados tanto física como psíquicamente para ella, y el hecho de empezar su nueva vida en común no se convertiría en un trauma, sino que sería la feliz culminación de todo un proceso de conocimiento y estimación mutuas.
La causa del problema, el no saber cómo comportarse, estriba en la falta de educación sexual y en la índole de las relaciones prematrimoniales. En otras circunstancias el problema no existiría. Quede claro : en otras circunstancias. En la actualidad existe y es causa de malentendidos que a veces pueden tener consecuencias extraordinariamente importantes. Atengámonos, pues, a las actuales circunstancias y veamos cuál es la mejor manera de hacer frente a la situación.