Estas posibilidades, investigadas en laboratorio por Johnson y Masters, revelan la necesidad de que las parejas aprendan a conocerse gradualmente y recuerden los complejos vínculos existentes entre amor y sexualidad.
Ello implica, como han podido observar las modernas escuelas analíticas, la superación de la fase infantil en la que la satisfacción es un hecho egocéntrico. El individuo adulto debe saber que la unión de dos personas comprende la consecución del más elevado grado de madurez; por lo tanto, el egoísmo entendido como satisfacción limitada a los propios sentidos es un infantilismo con peligrosas repercusiones en la vida cotidiana.
Por su parte, el altruismo no debe ser entendido como pasiva sumisión a la voluntad ajena, como docilidad renunciadora, sino como la búsqueda, entre los dos, de la felicidad conyugal, recordando que los eventuales obstáculos pueden ser superados fácilmente siempre y cuando no sean dramatizados. Al hablar de un caso de desadaptación de una pareja, Oswald Colle afirma textualmente: «Toda pareja necesita un cierto período de adaptación hasta que los deseos sexuales y los hábitos de cada uno hayan alcanzado una confianza capaz de satisfacer a ambos.»
Este período de adaptación no depende tanto de la adquisición de técnicas eróticas refinadas como de la necesidad de conocerse y satisfacerse. Esta superación de la fase narcisística vuelve a ser expresada perfectamente por Colle: «Amar es algo más que sentir el placer del propio cuerpo; es el hecho de volverse hacia el "tú", significa que dos personas se convierten en un "nosotros" y que, en realidad, éstas se entregan y se aceptan totalmente y no sólo en el aspecto sexual.»
En estas afirmaciones cabe reconocer el espíritu de Wilhelm Reich, quien consideraba el acto sexual como una suprema fusión de la pareja con el Universo. Hoy está demostrado científicamente que el acto sexual implica y abarca toda la esfera psicofisica, por lo que, muy lejos de ser un momento negativo en el ámbito de la vida del hombre, es un momento de libre creatividad, un juego dichoso y una resolución de tensiones.
Si todo esto no sucede en el primer encuentro, cosa que es normalísima, conviene que los cónyuges discutan libremente esta cuestión, que traten de comprenderse y de abandonar remotos tabúes, y que, gradualmente y una vez superada toda reserva egoísta, se unan realmente tanto en lo psíquico como en lo físico.
Ello implica, como han podido observar las modernas escuelas analíticas, la superación de la fase infantil en la que la satisfacción es un hecho egocéntrico. El individuo adulto debe saber que la unión de dos personas comprende la consecución del más elevado grado de madurez; por lo tanto, el egoísmo entendido como satisfacción limitada a los propios sentidos es un infantilismo con peligrosas repercusiones en la vida cotidiana.
Por su parte, el altruismo no debe ser entendido como pasiva sumisión a la voluntad ajena, como docilidad renunciadora, sino como la búsqueda, entre los dos, de la felicidad conyugal, recordando que los eventuales obstáculos pueden ser superados fácilmente siempre y cuando no sean dramatizados. Al hablar de un caso de desadaptación de una pareja, Oswald Colle afirma textualmente: «Toda pareja necesita un cierto período de adaptación hasta que los deseos sexuales y los hábitos de cada uno hayan alcanzado una confianza capaz de satisfacer a ambos.»
Este período de adaptación no depende tanto de la adquisición de técnicas eróticas refinadas como de la necesidad de conocerse y satisfacerse. Esta superación de la fase narcisística vuelve a ser expresada perfectamente por Colle: «Amar es algo más que sentir el placer del propio cuerpo; es el hecho de volverse hacia el "tú", significa que dos personas se convierten en un "nosotros" y que, en realidad, éstas se entregan y se aceptan totalmente y no sólo en el aspecto sexual.»
En estas afirmaciones cabe reconocer el espíritu de Wilhelm Reich, quien consideraba el acto sexual como una suprema fusión de la pareja con el Universo. Hoy está demostrado científicamente que el acto sexual implica y abarca toda la esfera psicofisica, por lo que, muy lejos de ser un momento negativo en el ámbito de la vida del hombre, es un momento de libre creatividad, un juego dichoso y una resolución de tensiones.
Si todo esto no sucede en el primer encuentro, cosa que es normalísima, conviene que los cónyuges discutan libremente esta cuestión, que traten de comprenderse y de abandonar remotos tabúes, y que, gradualmente y una vez superada toda reserva egoísta, se unan realmente tanto en lo psíquico como en lo físico.