Van de Velde denominaba la unión procreativa «comunión sexual», subrayando con ello la necesidad de que tanto el hombre como la mujer obtengan con este acto una satisfacción recíproca.
Su límite, superado por los estudios fundamentales del sexólogo alemán Oswald Colle, a partir de las experiencias de laboratorio realizadas por Masters y Johnson, consistía en juzgar que esta fusión psicofisica era posible al aplicar el esquema estímulo-reacción.
Olvidando que la habilidad técnica, aunque sea necesaria, no resuelve los problemas de la pareja, tanto por el hecho de que las técnicas eróticas más elaboradas programan racionalmente acontecimientos futuros que a menudo dependen de emociones y tensiones de los instintos, como porque las situaciones humanas, en su variabilidad e innumerabilidad, no pueden ser resueltas simplemente por el concepto según el cual una serie de estímulos eróticos otorgan necesariamente adecuada satisfacción a la pareja.
Edward F. Griffíth confirma la necesidad de una adecuada adaptación psicológica de la pareja, puesto que sólo con el mutuo análisis, el recuerdo del propio pasado, de las propias experiencias negativas y de las propias frustraciones en las diversas épocas de la vida, se evitará la reaparición de aquellos obstáculos que parecen superados cuando únicamente han sido reprimidos.
La pareja unida de un modo positivo es, por lo tanto, la matriz de futuras parejas destinadas a ser felices.
Su límite, superado por los estudios fundamentales del sexólogo alemán Oswald Colle, a partir de las experiencias de laboratorio realizadas por Masters y Johnson, consistía en juzgar que esta fusión psicofisica era posible al aplicar el esquema estímulo-reacción.
Olvidando que la habilidad técnica, aunque sea necesaria, no resuelve los problemas de la pareja, tanto por el hecho de que las técnicas eróticas más elaboradas programan racionalmente acontecimientos futuros que a menudo dependen de emociones y tensiones de los instintos, como porque las situaciones humanas, en su variabilidad e innumerabilidad, no pueden ser resueltas simplemente por el concepto según el cual una serie de estímulos eróticos otorgan necesariamente adecuada satisfacción a la pareja.
Edward F. Griffíth confirma la necesidad de una adecuada adaptación psicológica de la pareja, puesto que sólo con el mutuo análisis, el recuerdo del propio pasado, de las propias experiencias negativas y de las propias frustraciones en las diversas épocas de la vida, se evitará la reaparición de aquellos obstáculos que parecen superados cuando únicamente han sido reprimidos.
La pareja unida de un modo positivo es, por lo tanto, la matriz de futuras parejas destinadas a ser felices.
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