La transpiración humana es necesaria, vital. Con el sudor, nuestro cuerpo se desintoxica, controla su temperatura y mantiene su balance de agua. Pero en ciertas regiones del cuerpo -especialmente en las axilas, la ingle, el perineo, y los pies-nuestro sudor contiene moléculas de ácidos muy volátiles (caproico, por ejemplo), que en contacto con el aire producen aromas inconfundibles.
Para las personas que dicen que no pueden hacer nada contra su mal olor axilar (o de cualquier otro origen), hoy la ciencia ha desarrollado una batería de productos frente a los cuales no hay excusa que valga. En primer lugar, hay que recordar que no se trata de acabar con la transpiración, sino con su mal olor.
Resulta un peligroso error tratar de eliminar la producción de sudor, imprescindible para el buen funcionamiento de la piel. La presentación de los productos desodorantes es variada:
aerosoles, barras, envases a bolilla ("rollón" ), etc. Todos ellos son el perfecto vehículo de compuestos desodorantes que, como sabemos, se dividen en dos grandes grupos:
1. Desodorizantes: simplemente perfuman el sudor. Su acción está limitada por la actividad física y por el tipo de transpiración de la persona que lo usa. Todos los desodorantes modernos incluyen, también en su formulación, poderosos compuestos bactericidas.
2. Antitranspirantes: además de desodorizar, controlan el flujo de transpiración. Están especialmente indicados para aquellas personas que transpiran en exceso y algunos contienen un agente químico dosificador, que libera gradualmente el principio activo del producto de acuerdo a la transpiración de cada momento en particular.
Una advertencia: no confíe el control de su transpiración únicamente a los llamados jabones desodorantes. Su acción es un buen complemento, pero nunca un sustituto.
Para las personas que dicen que no pueden hacer nada contra su mal olor axilar (o de cualquier otro origen), hoy la ciencia ha desarrollado una batería de productos frente a los cuales no hay excusa que valga. En primer lugar, hay que recordar que no se trata de acabar con la transpiración, sino con su mal olor.
Resulta un peligroso error tratar de eliminar la producción de sudor, imprescindible para el buen funcionamiento de la piel. La presentación de los productos desodorantes es variada:
aerosoles, barras, envases a bolilla ("rollón" ), etc. Todos ellos son el perfecto vehículo de compuestos desodorantes que, como sabemos, se dividen en dos grandes grupos:
1. Desodorizantes: simplemente perfuman el sudor. Su acción está limitada por la actividad física y por el tipo de transpiración de la persona que lo usa. Todos los desodorantes modernos incluyen, también en su formulación, poderosos compuestos bactericidas.
2. Antitranspirantes: además de desodorizar, controlan el flujo de transpiración. Están especialmente indicados para aquellas personas que transpiran en exceso y algunos contienen un agente químico dosificador, que libera gradualmente el principio activo del producto de acuerdo a la transpiración de cada momento en particular.
Una advertencia: no confíe el control de su transpiración únicamente a los llamados jabones desodorantes. Su acción es un buen complemento, pero nunca un sustituto.
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